lunes, 27 de marzo de 2017

EL MESÍAS Y SU TRADICIONAL SIGNIFICADO

EL SIGNIFICADO TRADICIONAL DE MESÍAS
El término Messiah (“ungido” en Hebreo) tiene una tradición específica y significado derivado en la formación del Judaísmo. El nombre viene del verbo Hebreo común “derramar”. Cuando las escrituras Hebreas fueron traducidas al Griego (la Septuaginta), los equivalentes literales Griegos se usaron para estos términos: christos (ungido) se tomó del verbo chriein (derramar). En el periodo de la antigua monarquía Israelita esta terminología vino a tener una connotación específica, dado que fue usada para el ritual de coronación cuando se ungía al rey. así, el nombre ha-messhiach (“el mesías”) era usado como término técnico para referirse al rey, “el ungido”. El término también podía ser usado para referirse a objetos sagrados, como el tabernáculo o el altar (Núm. 7:1) o el sumo sacerdote (Lev. 4:3). También podía usarse para designar la nación de Israel, en el sentido de su llamada sagrada de Dios (Hab. 3:13). Un uso tan amplio es relativamente raro; principalmente se refería al rey.

Aún así, todo este rango sugiere que el sentido subyacente, incluso en el caso de la realeza, designaba a alguien o algo elegido, puesto aparte, y marcado para un servicio especial a Dios. El acto ritualizado de ungir un objeto o persona era un símbolo de este estatus especial de elección. Es especialmente en Judá donde este término toma un significado simbólico añadido relacionado con la noción que los reyes eran los heredero divinamente designados del trono de David y los guardianes de la casa de Dios -el Templo- en Sión, 

Este complejo simbolismo era importante en la auto-comprensión religiosa del antiguo Israel y era ampliamente usado tanto de manera formal como informal. El uso más formal se encuentra en la coronación de los reyes Davídicos en Judá, que era una ceremonia anual de renovación en conjunción con el Rosh Hashanah (la fiesta del Año Nuevo en otoño). Uno de los himnos rituales de esta ceremonia se conserva en la Biblia Hebrea como Salmo 2. En este se puede ver los varios términos asociados que simbolizaban la realeza y la nación. El rey era visto como el hijo adoptivo de Dios, y el ritual de la coronación era el momento simbólico de esta adopción significado por la acción de ungir. Otros pasajes, como 2 Samuel 7:11-17 e Isaías 9-11 confirman las conexiones básicas con la ideología real Israelita. En particular, la unción con aceite como marca ritual era entendida como símbolo de una efusión del espíritu de Dios sobre el rey (Isa. 11:2; 61:1) tanto el momento como la señal de su adopción . 

Fue este peso simbólico puesto sobre la imagen del rey como señal de la promesa y elección de Dios para la nación lo que creó la ocasión para la especulación teológica. Por ejemplo, la legendaria garantía respecto a la dinastía Davidica se basa en la declaración a David por parte del profeta Natán (Sam. 7:11-17). También refleja el lenguaje de adopción real(7:14), pero también hace otra promesa a David: “Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante ti; tu trono estará firme eternamente”(7:16). Los Salmos Reales reiteran esta promesa (Salm. 89:20-33). Esta expectativa de un reino perpetuo simbolizada por el trono de David vendría a ser problemática cuando Judá se enfrentó a repetidas amenazas debidas a la corrupción interna y a fuerzas externas. Dos siglos después de David, parecía que el reino estaba a punto de colapsar.

Es cuando un personaje profético de nombre Isaías (ca. 740-685 a.C.) surge con una llamada a la reforma y con la afirmación que Dios haría surgir un heredero nuevo y apropiado para cumplir la promesa a David. Es en este contexto, aproximadamente a finales del siglo octavo a.C., que comienzan a surgir predicciones “mesiánicas” respecto a un rey venidero. En su contexto histórico, no obstante, estas profecías de Isaías (especialmente Is. 7-11) apuntaban a un sucesor inmediato del rey de Judá semejante a su hijo Ezequías. De hecho, el reino duró un siglo más. 

Eventualmente, el trono de David cayó en manos de los Babilonios (586 a.C.). Qué quedaba entonces de la promesa de Dios? De las profecías de Isaías? aquí es donde las reinterpretaciones respecto al futuro rey comienzan a aparecer. La noción de la profecía en sí misma comenzó a tomar un sentido hacia un futuro más distante. De esta manera, uno puede reconocer el lenguaje de Salmo 2, Isaías y otros reflejado por otras varias tradiciones, incluyendo, por supuesto, los Evangelios en el Nuevo Testamento. Este material profético pudo ser desmantelado y reconstruido en arias configuraciones para otorgarle nuevo sentido y puntos de referencia. A lo largo de todo esto uno encuentra ese sentido de destino y elección para con el futuro Israel. 

Así, por ejemplo, un escritor posterior del periodo Babilonio conocido como “Segundo Isaías” vio las promesas de Dios cumplidas en un rey extranjero, Ciro el Persa, el que permitió a los exiliados regresar a Jerusalem. Ciro es claramente designado “mesías” del Señor (Is. 45:1), y es visto como instrumento divino en el regreso a Sión y para una nueva era de oro (Is. 44:28). Estas imágenes continuaron siendo provocativas en en periodos posteriores, cuando nuevas crisis dieron lugar a nuevas expectativas de liberación: “… Mi victoria, no está lejos, mi salvación tardará. Concederé mi salvación en Sión, mi gloria será para Israel” (Is. 46:13). Durante la revuelta Macabea  (167-164 a.C.) el escritor de Daniel tomó el discurso de Jeremías y del Segundo Isaías para referirse a su propia época. En particular en Daniel 11:32 - 12:10 toma el motivo del “Siervo Sufriente" de Isaías 52:13 - 53:12 y lo aplica al triunfo eventual de los fieles sobre Antíoco IV. En los Evangelios estos mismos motivos son aplicados a Jesús en su época.