sábado, 26 de noviembre de 2011

ZOROASTRIANOS, JUDÍOS Y CRISTIANOS

ZOROASTRIANOS, JUDÍOS Y CRISTIANOS

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Se ha muy a menudo objetado –y se continua objetando actualmente- que en la antigüedad los Judíos no sabían mucho acerca del Zoroastrismo, dado que el Avesta no fue puesto por escrito hasta el siglo VI d.C. Sin embargo, el argumento no es válido: de hecho los Judíos tuvieron bastantes oportunidades de familiarizarse con el Zoroastrismo(1).

Durante unos dos siglos Judea formó parte del imperio Aqueménida, con una amplia diáspora Judía que vivía dentro del imperio. El gobierno Aqueménida era relativamente benigno, así lo reconocían los Judíos: hay bastante propaganda Judía contra los gobiernos Babilonio, Seleucida y Romano, pero no hay ni un solo texto Judío, bíblico o rabínico, contra el gobierno Persa. Es más, en tiempos de los Aqueménidas había cierta afinidad entre la religión Judía e Iraní. Y no solo esto, como los Zoroastrianos, los Judíos se veían a ellos mismos como gente elegida por Dios para implementar su intención para con el mundo –El Segundo Isaías y sus sucesores les habían enseñado a mirar hacia delante con confianza hasta que llegase un tiempo cuando, bajo el patronazgo de Dios, serían dueños de un mundo fértil, próspero y pacífico, y sus enemigos serían subyugados, para nunca más resurgir. Aunque relativamente modesta, esta perspectiva pudo haber preparado a algunos Judíos a simpatizar con nociones más importantes Zoroastrianas acerca de “lo maravilloso”. Ni tampoco tuvieron los Judíos ninguna dificultad a la hora de aprender estas nociones. En tiempos Aqueménidas los Judíos empleados por familias Zoroastrianas acaudaladas como escribas y agentes de negocios o sirvientes, etc. estuvieron expuestos a la religión de sus amos. El proceso pudo haber continuado durante generaciones, hasta que los empleados Judíos llegaron a saber tanto del Zoroastrismo como del Judaísmo –en la actual India, los Hindúes y Musulmanes que trabajan para los Zoroastrianos han tenido una experiencia semejante.

Hay una evidencia más sólida de contactos después de la caída del imperio Aqueménida. En el periodo Heleno los descendientes de los colonos de la época Aqueménidas se sabe vivían junto con colonos Judíos en muchas ciudades de Babilonia, en la zona alrededor de Damasco, en Lydia y Frigia. Ambos grupos produjeron ciudadanos distinguidos, que trabajaron juntos en la ciudad o concejo provincial –y como el Griego era el lenguaje común de los educados, la comunicación mutua era fácil. Dondequiera vivían Iraníes había sacerdotes Zoroastrianos. Sin lugar a dudas hubo una mutuo intercambio de ideas religiosas.

La promesa escatológica que aparece en las enseñanzas Zoroastrianas debe haber sido bastante atractiva para muchos Judíos cuando se vieron enfrentados con los horrores de la tiranía de Antíoco Epifanes o con las brutalidades del gobierno Romano. Pues en estas enseñanzas podían encontrar la certeza que el mal no venía de Dios sino de un adversario de Dios. También podían encontrar la certeza que el mal no quedaría sin castigo: Dios, actuando a través de su Mesías pondría las cosas en orden.

La atracción hacia el Zoroastrismo fue reforzada cuando en el siglo II a.C. revivió el poder Iraní bajo los Partos. Cuando un siglo después Judea vino a estar bajo el cruel y duro dominio Romano, los Judíos miraron hacia los Partos en tanto que principales oponentes al poder Romano. Pompeyo y Craso después, se hicieron muy impopulares cuando invadieron el Templo: Craso incluso lo saqueó. En el 53 a.C. Craso salió en campaña contra los Partos –y, a pesar de una superioridad numérica muy grande, fue derrotado y él mismo murió. Los Partos se hicieron cada vez más populares para los Judíos; cuando en el 40 a.C., invadieron Siria-Palestina, entraron en Jerusalem, e instalaron un rey Judío en lugar del odiado Herodes puesto por los Romanos. Eran vistos como protectores de los Judíos contra los Romanos. Y aunque Herodes fue restaurado por los Romanos dos años más tarde, los Partos persistieron en sus esfuerzos para avanzar hacia el oeste y expulsar a los Romanos.

Los contactos Judíos con los Partos continuaron. Josefo cuenta lo que ocurrió, cerca de los tiempos de Jesús, en el reino satélite Parto de Adiabena, en Mesopotamia. Dos hermanos, Izates y Monobazos, ayudados por su formidable madre Helena, se sucedieron mutuamente como reyes en Adiabena. Ambos quedaron tan impresionados por la propaganda de los misioneros Judíos que se convirtieron al Judaísmo. Incluso la reina Helena hizo un peregrinaje a Jerusalem e incluso construyó dos mausoleos para sus hijos. Años después cuando Jerusalem fue asediada por los Romanos bajo el mandato de Tito, los hijos de Izates llevaron tropas para ayudar.

La famosa sinagoga de Dura-Europos en el Eufrates, actualmente Siria, contiene pinturas en el más puro estilo Parto –no se sabe si los artistas eran Partos, aunque parece más bien que eran Judíos entrenados en las tradiciones del arte Iraní –por ejemplo, soldados con escudos idénticos a los usados solamente en Iran, montando a caballo a la manera típicamente Irania. Más importante aún: el sumo sacerdote Aaron, hermano de Moisés, es retratado no vestido a la manera Judía descrita en el capítulo 28 del Éxodo sino con ropas ceremoniales como las que solían llevar los reyes Iraníes(2).

Pero cómo fue esta influencia posible, dado que los Judíos eran monoteístas y los Zoroastrianos mantenían que había dos principios opuestos funcionando en el mundo? esta objeción ha sido a menudo argumentada, pero es menos válida de lo que parece. Desde la época de los Aqueménidas la forma prevalente de Zoroastrismo era el Zurvanismo, que era en sí mismo monoteísta(3).

En tanto que nombre común “zurvan” significa “tiempo”, y en el Zurvanismo el curso de la historia es visto no como una lucha entre dos poderes opuestos sino como dictada por un único poder, el “Tiempo”. El Tiempo en tanto que realidad primordial de la que surge la creación –tiempo también en tanto que poder permanente que dicta el curso de los asuntos humanos- esta visión no era incomprensible para los Judíos. Es posible que los sacerdotes que desarrollaron el Zurvanismo hubiesen sido influenciados por el monoteísmo Judío.

En el libro de Daniel el juicio que realiza el Anciano de los Días es muy diferente del “Día de Yahvé” de las profecías del Antiguo Testamento, cuando Dios desahogaba su cólera unas veces sobre los enemigos de Israel, otras sobre el mismo Israel. La doctrina del Zoroastrismo ofrece un sorprendente paralelo –explica como al final del “tiempo limitado” habrá un Juicio Final, donde los individuos se enfrentarán a sus buenas o malas acciones, y serán premiados o castigados según su comportamiento.

El paralelismo se extiende mucho más allá. Como en Daniel y en los textos Zoroastrianos los muertos son resucitados en orden a enfrentarse a esta prueba. Y tanto en las fuentes Zoroastrianas como en Daniel aquellos que pasen la prueba serán premiados con la vida eterna. Para los Zoroastrianos esto significaba que vendrían a ser como los primeros seres humanos, antes de la irrupción de Angra Mainyu, con cuerpos que no envejecen. En cuanto a los Judíos, los justos serán transfigurados: “radiantes como las estrellas”, formarán una comunidad semejante a la comunidad de los ángeles en el cielo. En cuanto a si estos seres radiantes vivirían para siempre en la tierra o en el cielo, los estudiosos no están de acuerdo –pero qué pensaban los lectores de Daniel en aquellos tiempos? Seguramente combinaban en una sola las dos promesas –de vida eterna para los justos y de un reino terrenal que nunca tendría fin.

Esta interpretación está confirmada en un pasaje del Segundo Libro de los Macabeos, que data de la época de la persecución de Antíoco. Siete hermanos eligen morir en lugar de violar la Ley Judía. El segundo hermano le dice a Antíoco: “Tú, criminal, nos privas de la vida presente, pero el Rey del mundo, a nosotros que morimos por sus leyes, nos resucitará a una vida eterna”. El tercer hermano dice, “Por don del Cielo poseo estos miembros, por sus leyes los desdeño y de Él espero recibirlos de nuevo”, mientras que el cuarto dice, “Es preferible morir a manos de hombres con la esperanza que Dios otorga de ser resucitados de nuevo por él; para ti, en cambio, no habrá resurrección a la vida”(4). Parece fuera de cuestión que algunos Judíos en el siglo II a.C. esperaban una resurrección corporal y vida eterna en la tierra.

Esta era una innovación radical, una ruptura total con la idea tradicional de la muerte como oscuridad eterna, el mundo subterráneo, el país del olvido. Hasta donde se debe este cambio a la influencia Zoroastriana? Es cierto que antes del periodo Persa, Ezequiel profirió lo que parece una promesa de resurrección(5). Sin embargo, los estudiosos Bíblicos están básicamente de acuerdo con que Ezequiel se estaba refiriendo metafóricamente a la futura restauración y exaltación de Israel. Aunque la existencia de estas profecías pueden haber facilitado la aceptación de las enseñanzas Zoroastrianas acerca de la resurrección corporal, no parece probable que los Judíos desarrollasen independientemente un conjunto de creencias tan parecidas a la compleja doctrina Zoroastriana.

Volviendo al Libro de Daniel: incluso lingüísticamente hay algo extraño en esta obra, pues los capítulos 2 al 7 están escritos, no como el resto del Antiguo Testamento, en Hebreo sino en la lengua del Imperio Iraní, en Arameo Imperial, y contiene no menos que veinte palabras prestadas del Persa. Más importante aún, en el capítulo 2 hay una imagen que tiene un paralelo muy cercano en la tradición Zoroastriana: la estatua del sueño de Nabucodonosor, con su cabeza de oro, pecho y brazos de plata, vientre y caderas de bronce, piernas de hierro, y pies en parte de hierro y en parte de barro. En el Apocalipsis Iraní “Zand i Vahamn Yasht” (comentario sobre el himno de alabanza al dios Vohu Manah), Zoroastro sueña con un árbol con ramas de oro, plata, acero –y hierro mezclado con barro(6).

La estatua de Nabucodonosor y el árbol de Zoroastro ambos simbolizan la misma cosa: una sucesión de cuatro periodos históricos. El concepto de los cuatro periodos, simbolizado respectivamente por el oro, la plata, el bronce, y el hierro se puede encontrar en la obra Griega del siglo VIII a.C. de Hesiodo “Los Trabajos y los Días”, pero el añadido de hierro mezclado con barro es una innovación, tan curiosa que no puede ser coincidencial. Aunque la versión del Zand-i Vahman Yasht es –como todos los demás textos Zoroastrianos- tardía, su origen es muy antiguo. Algunos estudiosos mantienen que es anterior a Alejandro Magno, otros que es más antigua aún. Lo que es cierto es que mucho más antigua que el Libro de Daniel.

La interpretación del Hierro mezclado con barro es Iraní, no es Judía. En el Zand-i Vahaman Yasht esta imagen simboliza la época en la que “los no-Iraníes se mezclarán con los Iraníes” –o sea, cuando el buen hierro fuerte de Zoroastrianos Iraníes se debilitará debido a un influjo de extranjeros infieles. En Daniel “el hierro mezclado con barro” es interpretado como la época en la que los Seleucidas serán debilitados mediante casamientos dinásticos sin éxito –una comparación forzada si es que hay alguna!

Otra evidencia más convincente de influencia Zoroastriana es cuando Nabucodonosor le pide a Daniel interpretar el sueño. Daniel invoca “al Dios del cielo que revela los misterios……. Misterios de lo que está por llegar” –la palabra “misterios” se traduce como “raz”. Es la misma palabra usada en los Rollos del Mar Muerto para referirse al conocimiento secreto que la comunidad de Qumran tanto apreciaba; conocimiento del plan de Dios para el mundo, y especialmente para el fin de los tiempos(7). Es una palabra Persa muy usada por los Zoroastrianos en el mismo sentido.

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También una evidente influencia Zoroastriana/Zurvanita se puede observar en el libro de “2 Henoc” o “El Libro de los Secretos de Henoc”(8). Esta obra es también conocida como el Henoc Eslavo. Sin embargo, las versiones Eslavas son traducciones de las versiones Griegas que a su vez –juzgando según las palabras Hebreas incrustadas en el texto- estaban basadas probablemente en un original en Hebreo. Hay de hecho claras indicaciones que el autor pertenecía a una secta marginal Judía: hay bastante interés en los sacrificios de animales, pero la forma en que han de ser realizados va contra la ley rabínica.

2 Henoc relata un episodio extraordinario en la vida del patriarca. Se cuenta como una noche los ángeles lo sacaron de la cama, y lo llevaron físicamente en sus alas a través de los siete cielos y como en el séptimo cielo es presentado a Dios. Pero este Dios era my diferente del Dios del Antiguo Testamento: es un maestro que posee conocimiento secreto, que le es comunicado. Además, el relato que Dios hace de la creación es extraño. Bien entendido, dado que se trata de un documento Judío, este relato no puede contradecir explícitamente el relato del Génesis –pero sí difiere de este substancialmente(9).

Si bien este maestro-Dios recuerda a Ahura-Mazda –nombre que significa “Señor Sabiduría”- su enseñanza recuerda más bien a Zurvan, que después de todo creó tanto al radiante Ahura Mazda como al poder oscuro de las tinieblas, Angra Mainyu. En el sumario de estas enseñanzas que Henoc dio a su regreso, se puede observar una fuerte influencia Zurvanita:

“Antes que nada existiera, antes de la creación, el Señor estableció el Eón de la Creación. Después hizo toda su creación, la visible y la invisible. Después de haber creado al hombre a su imagen…… Entonces, para el hombre, el Señor dio lugar al Eón y lo dividió en tiempos y horas…..” (10).

Se trata, sin duda, de la doctrina Zoroastriana del curso y fin del tiempo. Se puede observar los dos tipos de creaciones –uno espiritual, el otro material. Uno reconoce la doctrina de los Tres Tiempos –el tiempo antes de la creación, el actual eón o época, y la eternidad a la que sigue el Juicio Final. Finalmente, uno reconoce el premio a los justos: serán hechos inmortales y disfrutarán de la bendición eterna. Solamente difiere esta visión del mundo en un punto respecto a la visión tradicional Zoroastriana: en lo que se refiere a si Ahura Mazda hizo el mundo en orden a atrapar y eventualmente destruir el Espíritu del Mal, mientras que en 2 Henoc hace el mundo en beneficio del hombre. Así el antropocentrismo que es tan esencial a la religión Judía es conservado.

La influencia Zoroastriana no es menos obvia cuando Henoc nos dice que Dios ha dotado a los animales con almas inmortales. Sin embargo, el futuro de las almas de los humanos y animales después de la muerte del cuerpo es diferente. En el Juicio Final solo las almas de los humanos tendrán que rendir cuentas –las almas de los animales, al contrario, serán convocadas para acusar a los humanos de negligencia y malos tratos. Después del juicio todas las almas de los animales vivirán para siempre en un parque semejante a un gran pastizal. En cuanto a los seres humanos, cualquiera que maltrate a un animal “daña su alma”(11).

Semejante actitud respecto a los animales era algo extraño al pensamiento Judío –como lo era para el mundo Heleno en general. Pero era algo natural para los Zoroastrianos. Durante muchos siglos en las estepas de Asia Central los Iranios había vivido junto a su ganado y otras criaturas, y esto había dejado sus huellas en su visión del mundo. En una arcaica liturgia en dialecto Ghático, el “Yasna Haptanhaiti”, los devotos reverencian “nuestras almas y las de los útiles animales salvajes”. Zoroastro mismo, en uno de sus himnos, dice lo mismo. Y en otro el profeta describe la queja del alma de la vaca a Ahura Mazda debido al trato que recibe de manos de los humanos: “Para quién me creaste? Quién me dio forma? La furia y agresión me mantienen cautiva, la crueldad y el poder”(12).

Incluso más pertinente es la obra Zoroastriana del Libro del Arda Viraz(13). Como Henoc, el virtuoso Arda Viraz realiza un viaje extraterrestre –y se entera, entre otras cosas, del destino póstumo de aquellos que han tratado bien o mal a los animales. Los primeros se pueden alegrar(14). Pero a aquellos que han maltratado a los animales, les esperan en el más allá terribles castigos(15). Por lo tanto la críptica afirmación de Henoc acerca del “daño al alma” tiene sentido.

Aunque lingüísticamente y cronológicamente es imposible que el autor de 2 Henoc hubiera leído el Libro del Arda Viraz, debe haber estado familiarizado con la tradición oral en la que estaban incluidas las enseñanzas Zoroastrianas. Y lo mismo se podría decir de muchos Judíos bien educados de entre el 200 a.C. y el 100 d.C.. Cuando los Rollos de Qumran salieron a la luz, entre el 1947 y 1956, los estudiosos estaban sorprendidos por la afinidad entre la Regla de la Comunidad y la doctrina Zoroastriana, especialmente en su forma Zurvanita(16). Los dos espíritus en lucha, en funcionamiento tanto en el mundo como en el corazón de cada ser humano: la guerra escatológica entre el príncipe de la luz y el príncipe de las tinieblas, la victoria obtenida una vez por uno y la otra por el otro; la intervención final de Dios para aniquilar las fuerzas del mal; la “Renovación”, que inaugura para los elegidos una eternidad de bendiciones y tierra purificada –todo esto es extrañamente similar a la enseñanza Zurvanita. Además en la Regla de la Comunidad –como en Daniel- la palabra Persa “raz” se usa como lo hacían los Zoroastrianos: para denotar el misterio del plan de Dios para con el mundo.

Incluso los Fariseos, líderes de una gran parte del población Judía, creían en la resurrección del cuerpo y reinterpretaron las Escrituras de acuerdo con esta creencia. Y cerca de los tiempos de Jesús la importante escuela rabínica Judía liderada por Bet Hillel mantenía que después de la muerte todas las almas serán premiadas o castigadas con el cielo o el infierno hasta el final de los tiempos.

Las cosas cambiaron en la generación posterior a la destrucción del Templo en el 70 d.C., cuando un nuevo Sanedrín creado gradualmente estableció una ortodoxia Judía basada en la Torah: las doctrinas de origen alienado fueron marginalizadas o totalmente excluidas. Sin embargo, esto no se aplicó a la secta Judía que vino a ser la Iglesia Cristiana.

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Como otros Judíos, los Cristianos tenían buenas razones para pensar bien de los Iraníes; y algunos, como algunos Judíos, tenían cierto conocimiento del Zoroastrismo. De los Evangelios, el de Mateo muestra los signos más claros de influencia Zoroastriana. La más obvia es el famoso pasaje acerca de los magos(17). Según los Griegos un mago era simplemente un sacerdote Zoroastriano, y Mateo entiende los mismo.

La iconografía los confirma: desde el siglo II d.C. en adelante la catacumba de St. Priscilia en Roma, los magos en escenas Ninivitas son presentados vestidos al estilo Persa, con túnicas fijadas con cinturones, con mangas completas, pantalones y sombreros puntiagudos. Llegaría un tiempo en el que los Cristianos y Zoroastrianos vendrían a estar enfrentados –este enfrentamiento daría lugar a un extraño resultado: cuando en el 614, el ejército Persa bajo Chosroes invadió Palestina, sus soldados destruyeron las iglesias de Jerusalem pero dejaron en pie la iglesia de la Natividad en Belén porque un mosaico representaba a un mago vestido al estilo Persa.

Hay otras indicaciones de que Mateo pudo tener contactos con Zoroastrianos y que posiblemente tenía buena impresión de ellos. La profecía que narra como al final de los tiempos el Hijo del Hombre envía a sus ángeles para limpiar el mundo de la influencia del Diablo, de los malos, para echarlos al fuego eterno y los buenos brillen en el reino de su Padre(18). También está el dicho de Juan Bautista cuando afirma que vendrá uno más grande que él –que salvará a los buenos y echará a los malos al fuego que nunca se apaga. Todo esto tiene sorprendentes paralelos con la escatología Zoroastriana. Además, Mateo incluso afirma que los salvados incluirán a los justos ya fallecidos, que serán resucitados –una promesa que, cuando Jesús la pronunció, asombró a sus oyentes. Esta no habría sorprendido a una audiencia Zoroastriana.

Lo mismo ocurre con el libro del Apocalipsis. Estaba el autor de este libro familiarizado –influenciado- por ideas Zoroastrianas? En el capítulo 16 el autor ve como “salían de la boca del Dragón y de la boca de la Bestia y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos en forma de ranas”. Por qué en forma de ranas? Para un Judío una rana no tiene significado siniestro: en la lista de “los bichos que pululan por la tierra” en Levítico 11:29, no se hace mención de las ranas. Y en cualquier caso las criaturas aquí mencionadas son simplemente “impuras”, o sea, no se pueden comer, ni su esqueleto ser tocado: los Judíos no sabían nada acerca de criaturas demoníacas. Sin embargo, para el Zoroastrismo hay bastantes criaturas aliadas de los espíritus malos; de todas ellas, las ranas son las peores, verdadera quintaesencia del mal, de hecho encarnaciones de Ahriman(19). El autor del Apocalipsis, aunque Judío, compartía este punto de vista.

Esto no es todo. Para los Zoroastrianos las ranas están asociadas con un monstruoso dragón, llamado Azi-Dahaka, que a su vez está muy de cerca asociado con el espíritu malo Angra Mainyu. Igual que ocurre con el cuerpo del dragón Satánico en el Apocalipsis, el cuerpo de Azi-Dahaka contiene ranas. Cuando el gran guerrero Threatona derrota a Azi-Dahaka en combate, Ahura Mazda le prohíbe que lo mate, no sea que una horda de ranas salgan de su cadáver y reduzcan el mundo al caos. Así, Azi-Dahaka es encarcelado en las profundidades de la tierra. Pero vendrá el día en el que vuelva a salir al mundo, cuando devorará un tercio de los seres humanos de los bueyes y ovejas y todas las buenas criaturas de Ahura Mazda. Finalmente Ahura Mazda suscita a otro gran guerrero, Keresaspa, de su amodorramiento, y lo envía a matar al dragón, lo que lleva a cabo.

Es sorprendente el hecho que un tercio del mundo sea destruido por el monstruo del caos; lo mismo ocurre en el Apocalipsis cuando los ángeles hacen sonar sus trompetas. Entonces un tercio de la tierra es quemada, un tercio de los árboles son quemados, un tercio del mar se convierte en sangre, un tercio de las criaturas vivientes en el mar mueren, un tercio de los barcos son destruidos, un tercio de las aguas se llenan de gusanos, un tercio del sol, la luna y las estrellas se oscurecen.

El Diablo/dragón también está involucrado directamente. También él es un monstruo-caos, dado que con su cola barre un tercio de las estrellas, símbolos y guardianes del orden divino. Igual que Azi-Dahaka, es encarcelado bajo tierra, se suelta y vomita ranas. Después reúne un ejército de demonios y comienza a destruir “la ciudad amada” –hasta que Dios interviene y quema las huestes demoníacas con fuego desde el cielo y echa al dragón en el lago de fuego y azufre.

A pesar de las diferencias en detalles y poder imaginativo, la semejanza entre la leyenda Iraní y la profecía Cristiana es muy grande como para ser considerada mera coincidencia. Parece incontestable que la principal fuente de la fe apocalíptica Cristiana estuvo muy influencia por la tradición antigua Zoroastriana. Igual que con el Libro de Daniel este pensamiento abre una amplia perspectiva. El dragón es solo un símbolo –pero cuál es el poder simbolizado? Cuál es el ser sobrenatural que desde el comienzo del mundo ha estado tratando de frustrar la intención de Dios y reducir el orden divino del mundo al caos?

Este tipo de ser no tiene lugar en la religión del antiguo Israel. Incluso más tarde, en el periodo Heleno, relativamente pocos Judíos aceptaban la noción de semejante ser: incluso los Fariseos no estaban acostumbrados al dualismo –tampoco lo está el Judaísmo actual. La creencia en el Diablo, su poder y eventual expulsión, era la creencia de unos cuantos grupos, notablemente la secta del Mar Muerto y la secta de Jesús. Y si la secta del Mar Muerto fue aniquilada, la secta de Jesús, transformada en la Iglesia Cristiana mantuvo una mezcla similar de dualismo y escatología.

Se puede ir más lejos. Durante el periodo Heleno la figura del Mesías sufrió una serie de revisiones, dejando de ser un rey terrenal para convertirse en una figura divina, descendiendo en las nubes del cielo con ángeles, derrotando demonios, resucitando a los muertos, y como representante de Dios realizando el Juicio Final. Todo esto coincide más aún con las enseñanzas Zoroastrians que con nada de lo que hay en todo el Antiguo Testamento acerca del Mesías. Incluso Satán se convierte en un oponente prodigioso.

Hay implicaciones aún más amplias. La noción del “tiempo lineal” se cree fue inventada por los profetas Hebreos. Pero esto es más bien un error. En las civilizaciones del Antiguo Cercano Oriente el “tiempo lineal” era algo común, en el sentido que el tiempo era percibido como un continuo indefinido en línea recta. Las estaciones y las fiestas estacionales podían repetirse, los imperios surgir y desvanecerse –y sin embargo el mundo que había sido establecido por los dioses en el comienzo era, esencialmente, inmutable. La innovación, cuando tuvo lugar, fue imaginarse el mundo presente como teniendo un fin. La idea que el mundo presente está destinado a tener un final en el Juicio Final y ser reemplazado por uno nuevo, un mundo incorruptible –un mundo completamente nuevo.

Pero esta innovación no fue una creación de los profetas Hebreos. Los libros proféticos del Antiguo Testamento no revelan semejantes expectativas: ni siquiera el profeta conocido como Segundo Isaías anuncia nada de esto. Los únicos libros bíblicos que sí lo hacen son el Libro de Daniel y el Libro del Apocalipsis. Si durante siglos millones de Cristianos han esperado el Fin, se debe a estos antiguos Apocalipsis. Y detrás de estas dos obras hay una aún más antigua tradición –la tradición de la profecía Zoroastriana. El último origen de la noción que el tiempo tendrá un fin está en las experiencias visionarias del profeta Iraní Zoroastro.

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1. La influencia del Zoroastrianismo sobre el Judaísmo y Cristianismo ha sido debatida, intermitentemente, durante más de dos siglos. Ver J. Duchesne-Guillemin, “The Western Response to Zoroaster”, Oxford, 1958, capítulo 6. J. G. v. Herder, “Erläuterungen zum Neuen Testament aus einer neuröffneten morgen-ländischen Quelle, 1775 (Sämtliche Werke zur Religion und Theologie, ed. J.G. Mueller, vol. 9, Stuttgart and Tübingen, 1829); Constantin-François Chasseboeur, Comte de Volney, “Les Ruines, ou Méditation sur les révolutions des empires”, Paris, 1791, capítulo 21; Lawrence H. Mills, “Zarathustra, Philo, the Achaemenids and Israel”, Leipzig, 1904, esp. Part 2, pp. 210-460; E. Meyer, “Ursprung und Anfänge des Christentums”, vol. 2, 1921; D. W. Bousset, “Die Religion des Judentums im späthellenstischen Zeitalter”, 3rd edn., ed. H. Gressmann, Tübingen, 1926, pp. 469-524; Morton Smith, “II Isaiah and the Persians”, en JAOS 83 (1963), pp. 415-21; D. Winston, “The Iranian component in the Bible, Apocrypha and Qumran: a review of the evidence”, en HR 5 no. 2 (1966), pp. 415-21. La influencia del Zoroastrianismo ha sido negada en N. Söderblom, “La Vie future d´après le Mazdeism, 1901; J.H. Moulton, “Early Zoroastrianism”, 1913, Chapter 11; Cardinal Franz König, “Zarathustras Jensentsvorstellungen und das Alte Testament”, Viena, 1964, esp. Pp. 243-9. De estos Söderbom ofrece una explicación equivocada acerca de las creencias Zoroastrianas, y König se limita a un periodo en la creencia Israelita tan temprano que es irrelevante.
2. Widengren, “Juifs et iraniens à l´epoque des Parthes”, en VTS 4 (1957), pp. 206-13.
3. C. Boyce, “History 3”, pp. 367, 412.
4. II Macabeos 7:9, 11, 14 (Biblia de Jerusalem).
5. Ezequiel 37: 1-14.
6. Zand i Vahamn Yasht, ed. & trans, B.T. Anklesaria, Bombay, 1957. Ver también Boyce, “History”, 3, pp. 383-6.
7. Ver Shaul Shaked, “Esoteric trenes in Zoroastrianism”, en Proceedings of the Israel Academy of Sciences and Humanities III”, Jerusalem, Nº 7 (1969), po. 32-7.
8. Para el texto Eslavo, traducido al Francés: A. Vaillant, “Le Livre des Secrets d´Hénoc”, Paris, 1952. Para una traducción en Inglés: W,R, Morfill, “Th eBook of the Secrets of Enoch”, ed. R.H. Charles, Oxford, 1896, en Charles, “Apocrypha and Pseudepigrapha of the Old Testament”, 2, Oxford, 1913, p. 425 sq.
9. Vaillant, pp. 23, 29-31.
10. Vaillant, pp. 61-3. S. Pines, “Eschatology and the concepto f Time in the Slavonic Book of Enoch”, en R,J,Z, Werblowsky and S.H. Bleeker (eds) “Types of REdemption (Jerusalem Conference, 1968).
11. Vaillant, pp. 57-9.
12. Yasna Haptanhaiti, traducción. Boyce, “Textual Sources for the Study of Zoroastrianism”, Manchester, 1984, p. 55. Para la queja de la vaca, Yasna, 29, ibid, p. 41.
13. Para el texto en Pahlavi, con traducción Francesa: Ph. Gignoux, “Le livre d´Arda Viraz”, Paris, 1984. Traducción Inglesa por M. Haug y E.W. West, “Th eBook of Arda Viraz”, 1872.
14. Gignoux, p. 168.
15. Ibid, 180, 188, 203.
16. K.G. Kuhn, “Die Sektenschrift und die iranische Religion”, en Zeitschrift für Theologie und Kirche”, 49, (19529, pp. 296-316; H. Wildenberger, “Der Dualismus in den Qumranschriften”, en Asiatische Studien 8, Bern, 1954, pp. 163-77; “Le Zervanisme et les manuscripts de la mer Morte”, (1957). Para una visión diferente: S. Shaked, “Qumran and Iran: further considerations”, en Israel Oriental Studies 2, Tel Aviv, 1972, pp. 433-44.
17. Mateo 2:1-2 (Biblia de Jerusalem).
18. Mateo 13:43.
19. J. Darmesteter, en su edición de la “Vendidad” (Sacred Books of the East IV, 1), p. 59, nota 1.

jueves, 17 de noviembre de 2011

LA SECTA DE JESÚS

LA SECTA DE JESÚS
Aunque durante cientos de años los Judíos habían estado unidos en su devoción a Yahvé y en su aceptación de la Torah, esta unidad llegó a su fin. Hasta la caída de Jerusalem en el 70 d.C. y el concilio en Yavneh no hubo ortodoxia Judía: el Judaísmo abrazó un número de grupos y sectas. Los Cristianos constituían una de ellas, junto con los Saduceos, Fariseos, Esenios, Zelotes, y otros menos conocidos. Los Cristianos, incluidos los Gentiles conversos, se veía a ellos mismos como Judíos –y hasta bien entrado el siglo II otros Judíos también se veían como Judíos, aunque Judíos con creencias extrañas acerca del profeta Jesús de Nazaret(1)

La mayoría de lo que conocemos acerca de Jesús y sus seguidores viene de escritos Griegos a cargo de autores desconocidos que tomaron el nombre de Mateo, Marcos, y Lucas, que conocemos como evangelios sinópticos. El evangelio más antiguo, el de Marcos, fue probablemente redactado cerca del 70 d.C., pero hay materiales más antiguos insertos Mateo y Lucas. Este material, no conocido por Marcos, es comúnmente atribuido a una fuente perdida conocida como Q, que se piensa fue compuesta cerca del 50 d.C.

Se cree que Marcos y Q reflejan las creencias y expectativas de carismáticos que, como Jesús y los discípulos originales, deambulaban de pueblo en pueblo en Siria-Palestina, estableciendo comunidades de conversos(2). Ambas fuentes se basan en tradiciones que llegan hasta los tiempos de Jesús. El Jesús que retratan es más que nada alguien que proclama el reino de Dios (quizá el reinado de Dios es un término más exacto). Está obsesionado con la venida del reino y la eliminación de las fuerzas que los obstruyen(3).

Pero qué quería decir Jesús con el reino y su venida? Lo pensaba como un proceso gradual o una mejora ética, expandiéndose en un futuro remoto? O como algo que existe aquí y ahora en el que pueden entrar los individuos si así lo quieren? O como un sentido individual de comunión con Dios? Todos estos puntos de vista han sido mantenidos con bastante erudición y convicción firme por muchos estudiosos serios. Pero otros estudiosos aunque ofrecen interpretaciones que difieren en puntos particulares, están interesados en tener en cuenta el contexto histórico en el cual Jesús vivió, pensó, y enseñó(4). Estos mantienen que Jesús esperaba una transformación total del mundo en un futuro muy cercano. Esta interpretación es muy apoyada por Marcos y Q.

2

Por qué el reino de Dios estaba en el futuro, por qué no había estado desde siempre presente? Marcos responde claramente, aunque muchos Cristianos de hoy día encuentren difícil aceptarlo. Varios sectarios Judíos, como los de la comunidad de Qumran y el autor de los Jubileos, creían y enseñaban que un ser sobrenatural con un poder terrorífico estaba en el mundo con el propósito de impedir el plan de Dios –y continuaría así hasta que en los últimos días fuese destruido. Marcos muestra a Jesús y sus discípulos profundamente convencidos de esto mismo: se trata de una escatología dualista que era central en su visión del mundo.

Al comienzo de su ministerio, después de ser bautizado por Juan, el Espíritu desciende sobre Jesús e inmediatamente lo lleva al desierto, para ser tentado por Belial (o Satán) durante cuarenta días. En la tradición Judía la tentación era pensada no como una seducción sino como una prueba de fuerza: Jesús está sumido en un combate con Satán –un Satán tan poderoso que posee todos los reinos del mundo. El escenario de la contienda, o combate, es significativo: “Jesús está entre las bestias salvajes, y los ángeles le sirven” las imágenes son muy familiares con la Biblia: como se puede observar en Génesis, Adán vivía en paz entre los animales salvajes en el Jardín del Edén, también, según Isaías, en la era a venir los animales de todo tipo vivirán en paz y armonía los unos con los otros, incluidos los seres humanos. Ahora que Satán está siendo derrotado, el paraíso se está reconquistando –y si los ángeles sirven al ser humano, esto es un signo que la comunión entre Dios y la humanidad está siendo restaurada(5).

En versiones más tempranas del mito del combate las fuerzas del caos que el héroe –Marduk o Ba´al- combate y derrota estaban simbolizadas por el mar tempestuoso. Quizá esto resuena con el relato de como Jesús increpó y calmó las aguas en el lago de Genesaret, y caminó sobre ellas. Jesús lucha contre Belial mediante sus exorcismos(6). En los territorios del norte los “hombres de Dios siempre habían sido considerados como gente que tenía poderes curativos: ya en el siglo IX Elías y Elíseo eran curanderos famosos. Pero los poderes atribuidos a Jesús (también un norteño) tenían un significado nuevo y más profundo. Se creía de manera general que la enfermedad mental y física eran manifestaciones del poder de Satán. La enfermedad física era el castigo de Dios por el pecado –pero era Satán quien seducía a los seres humanos en primer lugar. El desorden mental era el resultado de la posesión demoníaca –los demonios eran los asistentes de Satán.

Dios le había dado a Jesús poder sobre los demonios –como éstos mismos reconocían, cuando gritaban, “qué tienes tú con nosotros, Jesús de Nazaret? Has venido a destruirnos?(7). Dado que los demonios pertenecían a las huestes Satánicas, cada expulsión de un demonio era vista como una victoria sobre Satán. Así es como, en los Evangelios, Jesús presenta sus exorcismos a aquellos que le critican: en sus debates con sus oponentes deja bien claro que veía estos actos como parte de una lucha que él y sus seguidores estaban llevando a cabo, a favor de Dios y con la ayuda de Dios, contra los enemigos de Dios(8). Incluso se compara él mismo con un ladrón que entra en la casa de un hombre fuerte, lo ata y le roba sus pertenencias –el hombre fuerte es, bien entendido, Satán(9).

El mismo significado le es atribuido a la actividad de Jesús y sus discípulos como predicadores. Cuando Jesús envía a sus seguidores a predicar la venida del reino también les ordena, al mismo tiempo y como parte de la misma misión, expulsar los demonios, curar los enfermos, y perdonar los pecados –tres maneras de decir la misma cosa, dado que las palabras “curar”, “expulsar demonios”, “perdonar los pecados” eran sinónimos intercambiables(10). Exorcismos, curaciones, predicar el reino –todas eran maneras de sacar a la gente del dominio de Satán. Sacar a la gente del ámbito de Satán predicando, expulsando demonios mediante exorcismos y curaciones, eran todas partes del drama escatológico. Aunque los milagros de Jesús han sido comparados algunas veces con las hazañas de los magos Helenos y Rabinos, su significado original era bastante distinto: pretendían preparar el camino para la venida del reino, es más, eran todos señales de que el reino estaba cerca. Cuando los discípulos regresan de su misión, regocijándose de su éxito, su informe evoca una visión en Jesús: ve a Satán cayendo del cielo como un rayo(11). El significado es sin duda, muy claro: Satán, que poseía todos los reinos del mundo, está perdiendo su poder, su dominio está llegando a su fin, su ruina está asegurada.

No es que el reino de Satán esté llegando a su fin de manera pacífica, dando lugar de manera gradual al reino de Dios. Antes que el cosmos pueda ser hecho perfecto, las fuerzas del caos tratarán de impedirlo a toda costa. Los escritos apocalípticos vaticinaban un periodo de tribulación terrible que precedería la era de salvación: la guerra de las cuatro bestias contra el pueblo de Dios, en Daniel, es un ejemplo. El llamado “Apocalipsis de Marcos” narra como tendrán lugar guerras, rumores de guerras, oscurecimiento del sol y la luna, etc. cuando llegue la consumación(12) –e incluso si esta profecía fue construida por la Iglesia temprana, el horror que reflejaba puede muye bien haber sido compartido por Jesús. En el Padre Nuestro se sugiere todo esto “no nos dejes caer en la tentación” o “líbranos del mal” como refiriéndose a la tribulación preparada por Satán como última y desesperada estratagema para corromper a los fieles y mantener su poder en la tierra(13). Es por esto que en la versión de Mateo la súplica es reforzada por la fórmula: “Sálvanos del malvado, -Satán. El libro del Apocalipsis tiene mucho que decir acerca de esto.

El reino vendrá cuando Dios lo quiera, su llegada será como la entrada de una fuerza divina en la historia, destruyendo y transformándolo todo. Pero los seres humanos pueden preparar este camino, el número de aquellos que serán elegibles para participar en el reino puede ser aumentado. Jesús y sus discípulos son presentados como implicados en ello.

3

En la llegada del reino la intención original de Dios, ya no impedida por Belial/Satán, será completamente realizada.

Jesús compartía el punto de vista que era normal en su tiempo. Estaba la tierra con sus habitantes humanos y el cielo con sus huestes angélicas –y ambos no solo estaban relacionados, sino que se suponía debían corresponderse exactamente. Esto iba a tener lugar ahora: Dios, en una suprema manifestación de su soberana autoridad, iba a restaurar el orden en el cielo y la tierra que había tratado de establecer en el principio pero que solo había realizado en el cielo. “Venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo” vistas en este contexto las palabras adquieren un nuevo significado. Hablan de la restauración en la tierra de lo que hubo en sus comienzos. Ahora esta perfección primordial estaba a punto de ser re-creada –a escala masiva, involucrando multitudes en lugar de solo Adán y Eva, y esta vez sería irreversible.

Habría una nueva relación entre los seres humanos y Dios –una relación en la que la confianza, la sumisión filial serían correspondidas con una amor paternal ilimitado. Y este amor se manifestaría en la transformación de la condición humana. Todas las bendiciones que los profetas habían anunciado serían ahora realizadas. Se dice en Isaías, “que se abrirán los ojos del ciego, las orejas de los sordos se destaparán”(14). Para Jesús esto significaba que el poder que Satán y sus demonios habían ejercido sobre los seres humanos sería destruido –y esto es lo que ya estaba ocurriendo. En palabras de Mateo: “La gente quedó maravillada al ver que los mudos hablaban, los lisiados quedaban curados, los cojos caminaban y los ciegos veían. Y alabaron al Dios de Israel”(15).

No habría mas hambre tampoco. El libro de Isaías dice:

“Preparará Yahvé Sebaot
para todos los pueblos en este monte
un convite de manjares enjundiosos,
un convite de vinos onerosos:
manjares sustanciosos y gustosos,
vinos generosos con solera”(16).

Jesús compara muchas veces el reino con un banquete –y parece que no era una mera comparación, pues en la Última Cena dijo, “Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba, nuevo, en el Reino de Dios”(17). Esto no implica que Jesús esperaba retornar de entre los muertos –podría igualmente indicar que esperaba realizar en unos cuantos días no su muerte sino su reino. También tenemos la historia de la higuera que Jesús se supone maldijo por no tener frutos cuando el lo quiso, aunque no era la estación: se ha argumentado plausiblemente que estaba orando más bien por la venida del reino, cuando la maldición primordial sobre la tierra sería abolida y la naturaleza daría sus frutos con abundancia ilimitada(18).

Como quiera que uno elija interpretar estos pasajes, no hay duda que muchos de los primeros Cristianos esperaban una era de fertilidad abundante. Un eco de estas expectativas está reflejada en los escritos del Padre Apostólico Papías, que data aproximadamente del 110 d.C.(19). Una persona estudiada, y obispo de Hieropolis en Frigia, era un Judío Cristiano que compartía los puntos de vistas de los Judíos Cristianos que habían huido de Palestina a Asia Menor después de la catástrofe del 70 d.C. Se dedicó a conservar los relatos de las enseñanzas de Jesús que circulaban en esos momentos –y esto es lo que creía que Jesús había predicho acerca del milenio que seguiría a su retorno a la tierra:

Llegará el día que los viñedos tendrán diez mil retoños, y cada uno diez mil brotes, y cada brote diez mil tallos, y cada tallo diez mil racimos….. y cuando alguno de los Santos arranque un racimo, otro racimos gritará, “yo soy un racimo mejor, arráncame a mi…”(20).

Estas expectativas eran tradicionales. Aceptadas en la profecía post-exílica, encontraron un lugar también en la apocalíptica Judía: el Apocalipsis de 2 Baruch, que data de cera del 100 d.C. contiene una profecía muy similar a la de Papias(21). En el siglo II d.C., Ireneo, obispo de Lyon y distinguido teólogo, citaba a Papias junto con pasajes de las escrituras –insistía incluso que era parte indispensable de la ortodoxia creer que esas cosas tendrían lugar(22). Que Jesús compartía la misma expectativa parece ser es algo cierto.

Según aparece en los Evangelios, Jesús esperaba que los ciudadanos del reino serían muy diferentes de los mortales ordinarios. Su comentario acerca de Juan el Bautista indica algo así: nadie es más grande que Juan el Bautista de los nacidos de mujer, pero el más pequeño en el reino de los cielos sería más grande que él(23). Más adelante Jesús deja claro que veía a Juan el Bautista como una reencarnación de Elías –que era más que un profeta cuyo retorno a la tierra era esperado, tradicionalmente, para anunciar la venida del reino. Por lo tanto, si Juan es inferior a los ciudadanos del futuro reino, éstos serán algo más que aquellos “nacidos de mujer”.

La alusión, de nuevo, recuerda la frase en el Padrenuestro, “así en la tierra como en el cielo”. Con la venida del reino, el estado de este mundo reflejará lo que siempre ha sido el cielo. Quizá, entonces, el cielo y la tierra se unirán, y aquellos que vivan en esta único ámbito serán igualmente gloriosos? Algunas veces Jesús parece sugerir esto: en el reino, dice, hombres y mujeres serán “como los ángeles del cielo”, y no se casarán. En otro dicho afirma que en el reino los justos “brillarán como el sol”(24).

Pablo esperaba un reino puramente espiritual, “en el aire”. Jesús parece, más bien, esperar una tierra transformada. Si es así, se mantenía en una tradición que iba hasta el Apocalipsis de 1 Henoc, y el Segundo Isaías. Ni –en contra de la más difundida tradición- fue esta tradición rápidamente rechazada por el Cristianismo: no todos estaban de acuerdo con Pablo. El más grande de los Padres, Agustín, dijo esto mismo en “La Ciudad de Dios”, escrita entre el 413 y 427 d.C.: “…. Este cielo y esta tierra pasarán, y un nuevo mundo comenzará. Pero el antiguo no será completamente consumido; solo pasará mediante un cambio universal…. Entonces (como digo) las cualidades corruptibles del mundo serán abrasadas, y todas las que tenían correspondencia con nuestra corrupción serán transformadas para adecuarse a la inmortalidad, de manera que el mundo, al ser tan substancialmente renovado, pueda ser adaptado para los hombres cuyas substancias también hayan sido renovadas”(25).

Una dispensación en la que los seres humanos son rescatados de la tiranía de los demonios, liberados de la carga del pecado, liberados también de las enfermedades físicas y mentales expresión externa del pecado o posesión demoníaca, serán situados en una tierra incorruptible e infinitamente fértil, dotados con cuerpos gloriosos que no envejecen e inmortales, y sobretodo reconciliados con un dios de amor y perdón –esto es, perece ser, lo que muchos Cristianos entendían que Jesús había prometido.

Pero se lo había prometido solo a una minoría.

4

La Galilea en la que operaba Jesús era una tierra fértil, cultivada por prósperos agricultores. Pero también había gente pobre y marginada –Jesús estaba interesado en ellos. No tenían que merecerlo, ni ser piadosos: el hecho de estar excluidos era suficiente. Los enfermos y los mentalmente perturbados; los que realizaban negocios despreciables como eran los recolectores de impuestos y las prostitutas; los pobres e ignorantes; las mujeres y niños que no contaban para nada- esos tenían prioridad para Jesús en su relación personal.

Esta es la gente a la que Jesús se dirigía principalmente. Cuando Jesús enumera las curas milagrosas que ha realizado en preparación para la venida del reino lo hace con palabras que combinan tres pasajes de Isaías –y dos de las tres se refieren específicamente a la venida de la salvación de los pobres, humildes, cautivos, prisioneros. Añade, como un signo más de la consumación inmediata: “…se anuncia a los pobre la buena nueva(26). De hecho eran buenas nuevas para ellos, pues eran los mejor cualificados para entrar en el reino: “Pero muchos primeros serán últimos, y muchos últimos, primeros”(27). Las Bienaventuranzas señalan la misma dirección: “Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados”(28).

El Reino también será para aquellos que cuidan a los pobres(29). “Vende cuanto tienes y dáselo a los pobres”(30). “Cuando des un banquete, llama a los pobres, los lisiados, a los cojos y a los ciegos…. Serás recompensado en la resurrección de los justos”(31). Jesús no era un reformador social, ni un revolucionario, ni excluía a nadie debido a su posición social en este mundo –pero el reino que esperaba no era para aquellos que se aferraban al poder, prestigio y riquezas.

Había otra limitación. Jesús era Judío –sus seguidores eran todos Judíos, que coincidían con lo que él creía acerca de su misión: como cualquier profeta anterior, sentía que era enviado a Israel solamente(32). De entre los evangelistas solo Lucas muestra a Jesús predicando algunas veces a los Gentiles junto a los Judíos –y Lucas, que era también el autor de Hechos de los Apóstoles, sugería que la misión a los Gentiles se correspondía con las intenciones originales de Jesús. Los otros dos Evangelios Sinópticos presentan un cuadro diferente: de acuerdo con estos, el ministerio de Jesús y sus discípulos estuvo limitado, durante su vida, a los Judíos. Es más, si seguimos a Marcos se puede pensar que la misión de “los doce” no se esperaba se extendiese más allá del país de Jesús, Galilea, antes de la llegada del Reino.

Los Gentiles no le interesaban mucho a Jesús. Aunque algunas veces usó su poder para como exorcista en beneficio de un Gentil, esto es presentado como un acto de gran condescendencia. El relato de la mujer Siro-Fenicia representa sin lugar a dudas su actitud. Esta Gentil le rogaba que “expulsara un demonio de su hija”. “Él le dijo: Espera que primero se sacien los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perrillos”. “Pero ella respondió: Sí, Señor. Pero también los perrillos comen bajo la mesa las migajas de los hijos”. “Él, entonces, le dijo: Por eso que acabas de decir, pues irte; el demonio ha salido de tu hija”(33). Y los Gentiles que se imagina dirigiéndose al nuevo Templo lo hacen –como en 1 Henoc- porque se han convertido al Judaísmo. Para las naciones el camino de salvación solo se realiza mediante “La Asimilación al Israel Salvado”.

En tanto que anunciante del reino Jesús solo pensó en los Judíos. Es más, él mismo era un observante muy estricto de la Ley. La noción tan ampliamente difundida de que sustituyó la Ley por una nueva dispensación de gracia está basada en la “Diáspora Helenista de Pablo”. Jesús mismo habló de manera muy diferente: “Es más fácil que el cielo y la tierra pasen que no caiga un ápice de la Ley”(34). Si, como parece, predijo que el Templo sería destruido y reemplazado por uno nuevo, esto, sin duda, le granjeó la hostilidad del lobby sacerdotal –pero de ninguna manera implicaba una abrogación de la Ley: 1 Henoc y Jubileos también predicen esas cosas, y a partir de ahí se entra en la consumación de los tiempos(35). “Los Ciudadanos del Reino de Dios tenían que ser Observantes Estrictamente Judíos”.

5

Por qué se preguntaron los discípulos de Jesús si él era el Mesías? Se veía Jesús a sí mismo como Mesías? Ningún aspecto de su vida y enseñanza ha sido más debatido que este, y ninguna respuesta ha sido completamente aceptada.

Por un lado no hay palabra alguna en los Evangelios que sugiera que Jesús afirmó ser el Mesías Davídico, i.e. un líder militar que derrotaría a los enemigos de Israel, restablecería la nación con su poder político, y se instalaría él mismo como rey. Por otra lado parece que esperaba que, con la llegada del reino, Dios reuniría a las tribus dispersas de Israel en un Sión purificado, alrededor del nuevo Templo(36). Además la decisión de tomar doce discípulos parece haberse originado en su expectativa de gobernar sobre las doce tribus de Israel. Su promesa “a los doce” sugiere ciertamente esto: “Os aseguro que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos par juzgar a las doce tribus de Israel”(37). Además, algunos de sus seguidores son representados pidiendo estatus para ellos en el reino futuro –como cuando preguntan quién es el más grande en el reino(38), o cuando la madre de los hijos de Zebedeo pide: “Manda que estos dos hijos míos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y otro a tu izquierda”(39).

Quizá la contradicción es más aparente que real. “Mesías”, después de todo, significa “ungido”: no se refiere necesariamente al monarca David(40). Se nos dice que cuando Jesús leyó el libro de la Ley en la sinagoga en Nazaret eligió un pasaje de Isaías:

“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido
para anunciar a los pobres la Buena Nueva,
me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos
y la vista a los ciegos,
para dar libertad a los oprimidos
y proclamar un año de gracia del Señor”(41).

Y añadió, “Hoy se ha cumplido esta escritura que acabáis de oír”. –y tanto él como su audiencia deben haber recordado la amenaza con que continua el texto: “y un día de venganza de nuestro Dios”.

Parece ser que Jesús pensaba de sí mismo que era el Mesías de los pobres; y que esperaba que el dominio Romano en Palestina iba a ser derrotado pronto, no mediante una sublevación armada sino mediante una intervención directa de Dios, y que sería remplazado por un régimen en el que él gobernaría como vice-regente de Dios. De ahí el que la nota burlesca –INRI (Jesús Nazareno Rey de los Judíos)- que los Romanos clavaron en la cruz parezca ser más apropiada de lo que se ha creído normalmente.

Pero había algo paradójico en la situación. Ninguno de los cambios que se esperaba habían de acompañar la aparición del Mesías tuvo lugar: el reino no llegó, y Jesús fue ejecutado. El que la secta no desapareciera sino, al contrario, comenzara a prosperar, fue debido al desarrollo que aparece en los Evangelios como “resurrección”. Un escritor Cristiano ha señalado en un estudio que la resurrección no puede ser confirmada mediante los métodos de investigación histórica(42); los relatos de las apariciones del Jesús resucitado en Galilea y Jerusalem difieren demasiado para ser tomados como evidencia histórica de un evento físico. Pero no hay duda que los relatos acerca de un Jesús resucitado pronto comenzaron a circular, y ser creídos. Y esto lo cambió todo.

Creer en la resurrección de Jesús era el punto central de la fe de la Iglesia temprana: sin esta creencia la Iglesia probablemente nunca habría existido. Sin duda alguna, nunca habría florecido de la manera que lo hizo. Acerca de este tema tenemos la evidencia de Pablo, quien había oído más acerca de estas apariciones de lo que está registrado en los Evangelios y en Hechos……….. “y que resucitó al tercer día, según las Escrituras…… que se apareció a Cefás y luego a los Doce; que después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los que todavía la mayor parte viven, aunque otros ya murieron. Luego se apareció a Santiago; más tarde, a todos los apóstoles. Y en último término se me apareció también a mí………… Pues bien, tanto ellos como yo predicamos esto; y esto es lo que habéis creído………….ahora bien, si predicamos que Cristo ha resucitado de entre los muertos, cómo andan diciendo algunos de vosotros que no hay resurrección de los muertos? Si no hay resurrección de los muertos, tampoco Cristo resucitó; y si no resucitó Cristo, nuestra predicación es vana, y vana también vuestra fe………..” (43).

Al principio el Jesús resucitado era pensado como el Mesías que traería la salvación al pueblo Judío. Es más, la resurrección parece darle sentido a un destino que no debería haberle ocurrido al Mesías. Si Jesús había fallado en realizar la tarea mesiánica durante su vida, esto significaría simplemente que su mesianismo se hizo efectivo solo después de su muerte. Gracias a esta interpretación las expectativas originales no sólo sobrevivieron a la crucifixión sino que fueron reforzadas. Lucas no ve nada incongruente en la pregunta que le hacen los apóstoles a Jesús antes de su ascensión: “Señor, va a ser ahora cuando restablezcas el Reino a Israel?”(44). De hecho es porque Jesús continuó siendo identificado con el esperado Mesías del Judaísmo que, unos años después de su muerte, el término “Cristiano” fue acuñado en la comunidad Judeo-Cristiana de habla Griega de Antioquia: “Cristos” es simplemente el equivalente Griego del Semítico “Mesías”, que significa “Ungido”.

Pero el concepto de Mesías que fue aplicado a Jesús pronto comenzó a ser transformado.

6

Tradicionalmente, el Mesías había sido pensado como ser humano. Pero en el primer siglo d.C. ciertos grupos elaboraron el concepto de Mesías como ser sobrenatural y trascendente –con apariencia humana, pero con una segunda figura divina.

Un relato clásico de esta figura se encuentra en la parte de 1 Henoc comúnmente conocida como “Las Parábolas o Similitudes” aunque descritas por el autor, de manera más apropiada, como “La Segunda Visión”(45). Las Similitudes forman una porción substancial de toda la obra –capítulos 37 hasta el 71, de un total de 104 capítulos; pero su relación con el resto ha sido, y continua siendo, debatida. No aparece ni en los fragmentos Arameos de 1 Henoc encontrados en Qumran ni en los de la traducción Griega, y esto ha llevado a algunos estudiosos a considerarla como una obra tardía, del siglo segundo o incluso tercero d.C., muy influenciada por los Evangelios. Sin embargo, la opinión prevalente actualmente es que es una obra Judía, originalmente compuesta en Hebreo o Arameo durante el periodo Romano; y se argumenta, según la evidencia interna, que tuvo lugar poco después del ministerio de Jesús(46).

En las Similitudes el Mesías -el Ungido-, es llamado también “el Hijo del Hombre” –quizá una reminiscencia de Daniel 7 – y “el Elegido”; y se nos dice que fue elegido, designado para este único destino, antes que fuesen creados el sol y las estrellas. Dios, aquí llamado “el Señor de los Espíritus” –un título no encontrado en ningún sitio fuera de 1 Henoc- lo mantuvo oculto hasta que llegara el tiempo para ser revelado. Este tiempo sería el Día del Juicio.

El Día del Juicio vendrá una vez alcanzado un número predeterminado de elegidos. Entonces el Señor de los Espíritus tomará su lugar en el trono de gloria, rodeado por las huestes angélicas y con su concilio de ángeles ante él. Los “Libros de los Vivientes” –los registros de las buenas y malas acciones realizadas por cada individuo- serán abiertos, y se realizará el juicio. Esta será la tarea del Hijo del Hombre: sentado, como el Señor de los Espíritus, en un trono de gloria, pronunciará sentencia sobre los vivos y los muertos(47).

Especialmente condenará a los grandes de la tierra. Los que confían en sus riquezas y dioses paganos, “los reyes y los poderosos y los exaltados, y aquellos que poseen la tierra” que han negado al Señor de los Espíritus –y han negado, también, al Hijo del Hombre(48). Ahora verán con terror y desesperación al Hijo del Hombre. Le suplicarán un plazo para confesar sus malas acciones y alabar al verdadero Dios –pero, inamovible, el Hijo del Hombre los llevará antes los ángeles del castigo. Los justos verán con deleite como sus opresores son enviados a la oscuridad del infierno, entre los gusanos, sin esperanza alguna de resurrección –o para ser atormentados en el Valle de Hinnom(49).

Todo mal pasará y será vencido por el poder del Mesías entronizado –a partir de ahí no habrá más nunca nada corruptible(50). Finalmente, el Señor de los Espíritus transformará el cielo y la tierra en “una bendición y luz eternas”(51).

Aunque los justos vivirán en la tierra, sus vidas trascenderán las limitaciones normales de la vida humana. El Hijo del Hombre vivirá en medio de ellos, y con él vivirán, comerán, descansarán, para siempre(52). Serán transformados. El Señor de los Espíritus les dará un “vestido de vida”, de manera que sean como los ángeles. Y serán inmortales: “los elegidos habitarán en la luz de la vida eterna; y no habrá fin a los días des sus vidas…….”(53).

El final de las Similitudes es asombroso. Henoc describe como fue trasportado en espíritu al cielo donde, en presencia del Señor de los Espíritus y miríadas de ángeles, el arcángel Miguel le aseguró: “Tú eres el Hijo del Hombre nacido para la justicia”. El Mesías que ha de presidir el mundo transformado y sus ciudadanos transformados viene a ser nada menos que el mismo Henoc (54).

El significado del término “Hijo del Hombre” en 1 Henoc, ha sido, y lo es aún, objeto de mucho debate filológico. Parece que no era un título, ni aquí ni en los pasajes de los evangelios donde Jesús se lo aplica a sí mismo; de hecho parece no haber tenido sino el significado básico de “uno como un hombre”, o simplemente “un hombre”. De todas maneras, en 1 Henoc la figura llamada “Hijo del Hombre” es claramente una muy extraordinaria.

El Hijo del Hombre en algunos de los dichos atribuidos a Jesús en los evangelios no es menos extraordinario. También descenderá del cielo para juzgar a la humanidad, acompañado de ángeles, y los que lo han negado serán condenados igual que los que han negado a Dios. No todo académico acepta estos dichos como auténticos, e incluso entre aquellos que los aceptan, algunos creen que Jesús se estaba refiriendo no a su propio destino sino a un ser divino que tenía que venir.

7

Aplicada a Jesús, la noción de un Mesías trascendente, sobrenatural fue de hecho bien adaptada para explicar y justificar la paradoja de su miserable muerte. Primeramente, el Jesús que estuvo en el centro de la enseñanza de la Iglesia temprana no era ni un exorcista, sanador, o predicador que vivía en Palestina, ni el esperado líder político, sino Jesús el Mesías trascendente, cuya vida terrena y muerte habían sido por encima de todo el preludio de su resurrección y glorificación. Extraordinaria como pudo parecer esta noción a la mayoría de los Judíos, y lo poco atractiva que es, satisfizo, no obstante, a algunos. El sufrimiento, humillación, y muerte de Jesús dejaron de ser presentadas como un problema si podían ser entendidas como precondiciones a una exaltación más allá de cualquiera conocida a los mortales: “acaso no estaba el Mesías destinado a sufrir antes de entrar en su gloria?(55).

Lo que las Similitudes predicen de Henoc, el Nuevo Testamento predice repetidamente de Jesús: descenderá del cielo a la tierra como Mesías trascendente. Como Pablo dice en su epístola a los Filipenses, “Por eso Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos”(56). En un pasaje tras otro, en los evangelios sinópticos, en Hechos, en las epístolas Paulinas, Jesús aparece como juez del mundo –junto con Dios y a veces en lugar de Dios. Sobre todo se esperaba que actuara como plenipotenciario de Dios en el Juicio Final. En Hechos, Dios “ha fijado el día en que va a juzgar al mundo según justicia, por medio del hombre que ha destinado, y del que ha dado garantía ante todos al resucitarlo de entre los muertos”(57). Pero todo esto no se imaginaba que ocurriría en un futuro remoto e impredecible –los primeros Cristianos estaban seguros que Jesús volvería muy pronto: “El tiempo apremia” –“La noche está avanzada; el día se acerca” –“El fin de todas las cosas está cercano”(58). La misma certitud se encuentra reflejada en la promesa que supuestamente Jesús hizo a sus discípulos: “Yo os aseguro que algunos de los aquí presentes no gustarán la muerte hasta que vean venir con poder el Reino de Dios”(59).

No importaba si uno moría antes. Durante unos dos siglos los Judíos estaban familiarizados con la noción que en la gran consumación los justos sería resucitados con cuerpos inmortales –y aunque algunos Judíos como los Saduceos, rechazaban la noción, otros, como los Fariseos, la habían aceptado desde hacía tiempo. los primeros Cristianos no solo aceptaron la noción, sino que entendían que la resurrección ya estaba teniendo lugar. Aunque la resurrección de Jesús siempre ha sido central para la fe de la Iglesia, su significado original se ha olvidado. Los primeros Cristianos la entendían no simplemente como una intervención dramática de Dios para vindicar a su hijo sino como signo y garantía de que cada verdadero seguidor de Jesús, incluyendo aquellos que ya habían muerto, vivirían para siempre en el Reino.

Las implicaciones están desarrolladas en I Tesalonicenses, que es el primer documento Cristiano en existencia –data de alrededor del 50 d.C., considerablemente más temprano que el más antiguo de los Evangelios. Pablo asegura a los Cristianos de Tesalónica que aquellos de entre ellos que vivan para ver la Segunda Venida no serán separados de sus seres queridos que ya fallecidos con anterioridad:

“Hermanos, no queremos que estéis en la ignorancia respecto de los muertos, para que no os entristezcáis como los que no tienen esperanza…….El mismo Señor bajará del cielo con clamor, acompañado de una voz de arcángel y del sonido de la trompeta de Dios. Entonces, los que murieron siendo creyentes en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en las nubes, juntos con ellos…….. (60).

8

Esta era la fe de los primeros Cristianos, la que le dio forma a sus puntos de vistas. Ellos no pensaban que estaban creando una nueva religión. Todos eran Judíos que continuaban observando la Ley –y cualquier Gentil que se uniera al grupo tenía que hacerse Judío también. Pero en un aspecto vital permanecieron apartados de los otros Judíos: se veían a ellos mismos con la misión encomendada por Dios de proclamar que Jesús había sido crucificado, había resucitado y pronto regresaría en gloria para cerrar la era presente e inaugurar “la era a venir”. A medida que la secta de Jesús se fue convirtiendo en la Iglesia Cristiana, esta convicción siguió siendo central para su sentido de identidad.

La Iglesia primitiva se veía a sí misma como la congregación de los últimos días –un prototipo, por así decirlo, del reino de Dios que pronto llegaría(61). Los mismos apelativos que los miembros de la Iglesia se aplicaban a ellos mismos –“Los elegidos”, “los santos”- eran apelativos escatológicos tradicionales en el Judaísmo. También el término “ekklesia” (comunidad) hacía referencia a la comunión entre los elegidos en el momento en que “esta era” daría paso “a la era a venir”.

Los ritos y prácticas de la Iglesia poseían también un significado escatológico. El bautismo era un baño de purificación en preparación para la llegada del reino, un rito mediante el cual el prosélito era iniciado en la congregación de los últimos días. Las comidas en común –compartiendo el pan- eran realizadas en un ambiente de expectativa escatológica que está aún reflejado en la oración de la eucaristía que se recitaba en una comunidad aislada cerca del 120 d.C.: “Acuérdate, Señor, de tu Iglesia, para librarla de todo mal y hacerla perfecta en tu caridad, y congrégala desde los cuatro vientos, santificada, en Tu reino que le has preparado. Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos”(62). El trabajo misionero, las curaciones y exorcismos retenían el mismo sentido de cuando eran realizadas en los días de Jesús. En todas sus acciones los Cristianos del siglo I d.C. declaraban enfáticamente que en ellos se realizaban todas las esperanzas apocalípticas.

La salvación colectiva de los elegidos de Dios era, por supuesto, una noción profundamente Judía –y la Iglesia temprana sentía una gran solidaridad con Israel, de hecho, se veía a sí misma llevando a cabo la historia de Israel. Por otro lado, esta continuidad no carecía de fisuras; la aparición de Jesús, su resurrección, su glorificación, la promesa de su regreso –estos eventos escatológicos dieron lugar a una ruptura total. Al fallar en reconocer a Jesús como Mesías, Israel había perdido la oportunidad de cumplir con su posición como pueblo elegido de Dios, había, de hecho, dado lugar a ser rechazado por Dios. No era Israel, sino la Iglesia Cristiana la que heredaría los frutos de la divina promesa.

Mientras tanto la Iglesia tenía la obligación de mantenerse apartada del mundo, ámbito del pecado que pronto sería abolido. El ideal ético de los primeros Cristianos –pureza, ascetismo, separación del mundo- simbolizaba la separación de la comunidad escatológica, su aptitud y disposición para entrar en el reino en cualquier momento. “Vosotros mismos sabéis perfectamente que el Día del Señor ha de venir como un ladrón en la noche…….. así pues, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios”(63). Al apartarse de “esta era” los Cristianos se preparaban para la transformación que en ellos tendría lugar cuando llegar el reino.

9

Lo que la Iglesia temprana ofrecía no era una simple membresía de una élite escogida, era la seguridad de pertenecer, en un futuro muy cercano, a una comunidad de seres inmortales, transfigurados.

El mismo Cristo cuando retornara en Gloria como juez de los vivos y los muertos, haría posible esta gloria eterna para algunos, mientras que los otros serían echados al tormento eterno –dependiendo de si lo habían aceptado o rechazado a él y sus enseñanzas. Ya Juan Bautista se supone predicó esto: “En su mano tiene el bieldo y va a aventar su parva: recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga”(64). Jesús mismo también predijo esto. Dichos a él adjudicados en Mateo lo dejan muy claro: “Si alguien se declara a mi favor ante los hombres, también yo me declararé a su favor ante mi Padre que está en los cielos. Pero si alguien me niega ante los hombres, también yo le negaré ante mi Padre que está en los cielos”(65). Y continúa: “Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, se sentará en su trono glorioso……..”(66).

Cualesquiera sean las dudas acerca de la autenticidad de estos pasajes, no hay duda que reflejan las expectativas de la primera generación de Cristianos. Precisamente la misma visión de futuro se encuentra en 2 Tesalonicenses –que aunque no está escrita por Pablo, es aproximadamente tan antigua como el primer evangelio. También dice que cuando aparezca Jesús en el cielo, no solo traerá consigo la salvación para sus fieles seguidores sino la perdición para sus oponentes(67).

La apoteosis de Jesús, como ser celestial y supremo agente de Dios, fue llevada un escalón más arriba en el libro del Apocalipsis.

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1. La literatura de los orígenes Cristianos es amplia. Ver C. Rowland, “Christian Origins. An Account of the Setting and Character of the Most Important Messianic Sect of Judaism”, London 1985. H.C. Kee, “Christian Origins in Sociological Perspective”, London, 180; A.E. Harvey, “Jesus and the Constraints of History”, London, 1982; E.P. Sanders, “Jesus and Judaism”, London, 183; G. Vermes, “Jesus the Jew, a Historian´s Reading of the Gospels”, London, 1973, “The Religion of Jesus the Jew”, London, 1993; P. Fredriksen, “From Jesus to Christ”, New Heaven and London, 1988, aclara del cambio en la interpretación de Jesús en los evangelios y escritos Paulinos.
2. G. Theissen, “The First Followers of Jesus: A Sociological Analysis of the Earliest Christianity”, London, 1978.
3. La posición central del reino de Dios en el pensamiento y enseñanza de Jesús no ha sido siempre apreciada. El estudioso que primero llamó la atención sobre esto fue Johannes Weiss, “Die Predigt vom Reiche Gottes”, 1892; y “The Proclamation of the Kingdom of God”, London and Philadelphia, 1971. Albert Schweitzer produjo una elocuente aunque metodológicamente defectuosa popularización y elaboración del descubrimiento de Weiss en “Von Reimarus zu Wrede”, Tübingen, 1906; la segunda y posteriores ediciones fueron tituladas “Geschichte der Leben-Jesu-Forschung; y “The Quest for the Historical Jesus, London, 1910, New York, 1922; para una crítica de Schweitzer: T.F. Glasson, “Schwitzer´s influence: Blessing or bane?, en Journal of Theological Studies, Oxford, 28 (1977), pp. 289-302. Weiss es más convincente que Schweitzer, y lo sería más si hubiera usado el término “escatológico” en lugar de “apocalíptico”.
4. Además de las obras de Vermes, Rowland, y Sanders, W.G. Kümmel, “Promise and Fulfilment”, London, 1957; J. Jeremias, “New Testament Theology”, 1, London, 1971, pp. 73; S.H. Hiers, “The Kingdom of God in the Synoptic Tradition” Gainesville, Florida, 1970; id., “The Historical Jesus and the Kingdom of God”, Gainesville, 1973; B.F. Meyer, “The Aims of Jesus”, London, 1979. Para otras interpretaciones: G. Lundström, “The Kingdom of God in the Teaching of Jesus. A Study of Interpretation from the Last Decades of the Nineteenth Century to the Present Day, Edinburgh, 1963; N. Perrin, “The Kingdom of God in the Teaching of Jesus”, Philadelphia and London, 1963.
5. Isaías 11:5-9.
6. B. Noack, “Satanas und Sotería: Untersuchungen zur neutestamentlichen Dämonologie”, Copenhagen, 1948; J.M. Robinson, “The Problem of History in Mark”, London, 1957, pp. 43-51; Hiers, “Kingdom of God”, pp. 30-39; id., “Historical Jesus”, pp. 59-64; J.B. Russell, “The Devil. Perceptions of Evil from Antiquity to Primitive Christianity”, Ithaca and London, 1977, pp. 227-39; R. Yates, “Jesus and the Demonic in the Synoptic Cospels”, en Irish Theological Quarterly, 44, Maynooth College, Co. Kildare, 1977, pp. 39-57; G. Vermes, “Jesus the Jew”, p. 61; id. “Gospel of Jesus”, p. 9; H.C. Kee, “Miracle in the Early Christian World. A Study in Sociohistorical Method”, New Heaven and London, 1983, p. 146; N. Forsyth, “The Old Enemy. Satan and the Combat Myth”, Princeton, 1987, pp. 285-7.
7. Marc. 1:24.
8. Luc. 11:20; Mat. 12:28.
9. Marc. 3:27.
10. Sobre los sinónimos: Geza Vermes, “Jesús el Judío”, p. 69.
11. Luc. 10:17-20; Meyer, “Aims of Jesus”, p. 156.
12. Marc. 13:7-10, 24-5.
13. Hiers, “Hitorical Jesus”, pp. 25-6.
14. Isaías 35:5-6.
15. Mateo 15:31.
16. Isaías 25:6.
17. Marcos 14:25.
18. Marcos 11:12-14; Hiers, “Not the Season for Figs”, en JBL 87 (1968), po. 394-400; id. “Historical Jesus”, pp. 83-5; para una crítica de esta interpretación ver W.R. Telford, “The Barren Temple and the Withered Tree”, Sheffield, 1980, pp. 206-208.
19. U.H.J. Körtner, “Papias von Hieropolis”, G¨ttingen, 1983.
20. Este fragmento aparece en Ireneo, “Adversus Haereses”, Libro 5, capítulo 33 para 3.
21. 2 Baruch 29:5-8.
22. Ireneo, Op. Cit.k Libro 5, capítulos 32-34.
23. Mateo 11:11; Lucas 7:28.
24. Marcos 12:25; Mateo 13:43.
25. Agustín, “Ciudad de Dios”, Libro XX, capítulos 14, 16. Cf. Thomas E. Clarke, “St Augustine and Cosmic Redemption”, Journal of Theological Studies, Baltimore, 19 (1985), pp. 133-64; id. “The Eschatological Transformation of the Material World according to St. Augustine”, Woodstock, Maryland, 1956.
26. Lucas 7:22.
27. Mateo 19:30.
28. Lucas 6:20-21.
29. Mateo 25:35.
30. Marcos 10:21.
31. Lucas 14:13-14.
32. Mateo 15:24; 10:6.
33. Marcos 7:27-9.
34. Lucas 16:17; Mateo 5:18.
35. 1 Henoc 89-90; 91:30; Jubileos 1:15-17.
36. Sanders, op. Cit. (en la obra citada) 87, 106.
37. Lucas 22:28-9; Mateo 19:28.
38. Mateo 18:1.
39. Mateo 20:21.
40. Harvey, op. Cit., p 141.
41. Lucas 4:18; Isaías 61:1-2.
42. R. Bornkamm, “Theology of the New Testament, 1, London, 1952, p. 180.
43. I Corintios 15:4-8, 11-14.
44. Hechos 1:6.
45. J. Theisohn, “Der auserwählte Richter”, Göttingen, 1975.
46. C.R. Beasley-Murray, op. Cit. Pp. 63-8. The Date of Similitudes of Enoch.
47. 1 Henoc 46:1; 45:3; 51:3.
48. Ibid, 46:4-7.
49. Ibid, 38:1; 46:6; 62:3-12; 54:1-2.
50. Ibid, 69:27-9.
51. Ibid, 50:1-2.
52. Ibid, 45:4-5; 62:14.
53. Ibid, 58:3; 51:4; 62:16.
54. Ibid, 71:14-17.
55. Lucas 24:26.
56. Filipenses 2:9-10.
57. Hechos 17:31.
58. I Corintios 7:29; Romanos 13:12; I Pedro 4:7.
59. Marcos 9:1.
60. I Tesalonicenses 4:13-18; G. Kegel, “Auferstehung Jesus –Auferstehung der Toten”, Gütersloh, 1970.
61. Ver R. Bultmann, “Theology of the New Testament”, London, I, pp. 33-62.
62. Didache 10:5.
63. I Tesalonicenses 5:2, 6,
64. Mateo 3:12.
65. Mateo 10:32-3.
66. Mateo 25:31-46.
67. 2 Tesalonicenses 1:6-10.

viernes, 11 de noviembre de 2011

LOS APOCALIPSIS JUDÍOS: UN PRELUDIO AL CRISTIANISMO APOCALÍPTICO

LOS APOCALIPSIS JUDÍOS: UN PRELUDIO AL CRISTIANISMO APOCALÍPTICO
Dos obras apocalípticas, 1 Henoc y el Libro de los Jubileos, tratan explícitamente con el orden divino designado y las fuerzas que lo amenazan.

Aunque 1 Henoc no figura en la Biblia, ni siquiera en los Apócrifos, era ampliamente conocido en los siglos antes y después de Jesús, y disfrutaba de gran prestigio. Durante los siglos II y I a.C. once manuscritos de esta obra fueron publicados para la comunidad de Qumran, y era conocido en círculos más amplios que este. Y si los rabinos, cuando establecieron el cano Hebreo –hacia el final del siglo I d.C.- excluyeron 1 Henoc, los primeros Cristianos, sin embargo, tenían una mejor disposición hacia éste. El Nuevo Testamento y sus apócrifos contienen referencias de la obra. En el siglo I Judas lo cita y en el segundo Bernabé se refiere a este como si formara parte de las Escrituras. Es más, durante los tres primeros siglos d.C. continuó teniendo la misma autoridad que los libros canónicos para los escritores Cristianos, incluyendo a los Padres Clemente de Alejandría, Ireneo, y Tertuliano. Fue durante el siglo IV, bajo la influencia de Jerónimo y Agustín, que cayó en descrédito, aunque solo en la Iglesia Occidental. En la oriental continuó siendo tratado con respeto hasta el siglo IX.

Debido al veto de los Rabinos no ha quedado ninguna versión de la obra en su idioma/s original. Los fragmentos de Qumran sugieren que la mayor parte de la obra fue compuesta en Arameo, aunque algunas pueden haberlo sido en Hebreo. Nuestra principal fuente es, sin embargo, una traducción Etíope realizada entre los siglos IV y VI, para la Iglesia Cristiana de Etiopía(1). Esta versión está basada principalmente en una traducción Griega, partes de la cual sobreviven. Independientemente del lenguaje la obra es conocida como 1 Henoc, para distinguirla de las otras muy diferentes. Obras conocidas como 2 Henoc, Los Secretos de Henoc, y el Henoc Eslavo.

En realidad 1 Henoc no es la obra de ningún individuo sino una colección de trabajos compuestos entre los siglos III a.C. y I d.C.. Partes de esta, como el libro de Daniel, reflejan el estrés y tensión de la persecución llevada a cabo por Antíoco. Aunque no es así como el libro es presentado: ostensiblemente fue escrito por Henoc, mencionado brevemente en el Génesis, como séptimo patriarca en una genealogía que va desde Adán a Noé. Se nos dice que fue el padre de Matusalem, y un hombre excepcionalmente piadoso, que “anduvo con Dios”, y desapareció porque Dios se lo llevó (Gen. 5:21-24). Su premio fue igualmente excepcional, pues nunca murió. Dios lo arrebató, y vivió 365 años.

Se ha aceptado que detrás del pasaje en Génesis hay una tradición más compleja. Henoc, el séptimo patriarca, tiene rasgos en común con el séptimo rey en la lista de Reyes Sumerios y con el séptimo sabio Sumerio –dos figuras del pasado remoto acerca de quienes los Babilonios tenían mucho que contar. La leyenda de Henoc parece haberse originado en la diáspora oriental, y parece haber sido desarrollada siguiendo parcialmente el modelo Mesopotamio. Sin lugar a dudas en el siglo II a.C. Henoc se había convertido casi en una figura superhumana, en contacto con seres celestiales, y dotado con un conocimiento único acerca del cosmos y del futuro. Uno de los autores de 1 Henoc le hace decir “Lo miro todo en las Tablas del cielo, y leo todo lo que fue escrito…. Todas las acciones de los hombres, y todos los que nacerán de la carne en la tierra para las generaciones de la eternidad”. El libro de los Jubileos lo señala como el hombre elegido por Dios para ver y predecir el futuro, hasta el Juicio Final (Jubileos 4:19, 23).

A primera vista el libro de los Jubileos parece ser una elaboración simple de la historia narrada en el Génesis y el Éxodo, desde la creación del mundo hasta la salida de Egipto. Sin embargo, el libro es un verdadero Apocalipsis. Tiene la forma de un Apocalipsis, en el que la historia es presentada como una revelación secreta originalmente transmitida por ángeles a Moisés en el Monte Sinaí. Además como en 1 Henoc la narrativa está intercalada con profecías de la gran consumación; mientras que la manera como son relatados los eventos del pasado como el Diluvio las hacen parecer proféticos –como anunciando el cataclismo final.

Los Jubileos parecen haber sido compuestos por un solo autor entre el 175 y 140 a.C., aproximadamente. El autor conocía las partes más antiguas de 1 Henoc y hace explícito mucho de lo que esos escritos solo aluden. El libro también tiene un paralelo con 1 Henoc en lo que fue escrito originalmente en Hebreo, traducido después al Griego y del Griego al Etíope; y en Etíope es el lenguaje en el que la obra completa sobrevive. También, como 1 Henoc, fue tomado muy en serio por la secta de Qumran. Uno de los escritos de la secta, el Documento de Damasco, lo cita como autoritativo(2), y doce manuscritos fragmentados de la obra han sido encontrados en Qumran. Los mensajes de los dos Apocalipsis tienen mucho en común.

Tanto 1 Henoc como Jubileos son sin lugar a dudas producto de la civilización Helena. Una visión del mundo tan enciclopédica que comprendía la geografía del cielo y la tierra, la astronomía, meteorología, medicina, no formaban parte de la tradición Judía –sino que eran muy familiar para la educaciónn a los Griegos. La comprensión Griega era que saber como funciona el universo, junto con la especulación racional acerca de las fuerzas que causan este funcionamiento, era el más grande de los privilegios y realizaciones humanas. 1 Henoc y Jubileos muestran que los Sabios Judíos sabían bastante acerca del conocimiento Griego –aunque también nos los muestran enfrentados, implícitamente, con esta sabiduría Griega. Estos sabios Judíos estaban interesados en lo que le faltaba a este conocimiento Griego: el conocimiento del plan divino. Los autores de 1 Henoc y Jubileos nunca dudaron que poseían una comprensión del mundo superior a la Griega.

Ambas obras están impregnadas con un sentido de orden universal, y en ambas este orden es presentado como expresión de la voluntad de Dios. Dios creó el cielo y la tierra y los gobierna a ambos como un rey. Henoc lo ve sentado en los cielos en un trono radiante, con miles de ángeles a su servicio. Ahí está la fuente de todo orden: el cosmos es gobernado por ordenanzas decretadas por Dios. En esta visión del mundo, que no sabe nada de “Leyes impersonales” la regulación de la naturaleza surge de la obediencia. Los seres humanos, las plantas, vientos y estrellas son todas criaturas de Dios, y por lo tanto están obligadas a obedecerle.

Los ángeles son responsables de que se cumpla esta obediencia. Cada cosa en el mundo está bajo el cuidado de un ángel, y todos los ángeles están bajo el dominio de Dios, “El Señor de los Espíritus” como lo llama 1 Henoc. Jubileos muestra a Dios, el primer día de la creación, asegurando esta estabilidad, creando y designando a ángeles para que cuiden de los vientos y nubes, trueno y relámpago, frío y calor, invierno y primavera, o sea de todas las cosas en el cielo y en la tierra. 1 Henoc nos dice como el ángel Uriel tiene poder en el cielo sobre la noche y el día para hacer que la luz brille sobre los hombres: el sol, la luna y las estrellas, todos los poderes del cielo que giran en sus órbitas, mientras los ángeles inferiores cuidan las estrellas individuales para que aparezcan a su debido tiempo y en su debido lugar (1 Henoc 82:8).

Unas de las secciones más antiguas de 1 Henoc (capítulos 72-82) consiste de un tratado acerca de fenómenos cósmicos y astronómicos; es una versión reducida de una obra que se sabe existió independientemente, que data del siglo III a.C. En esta versión el sabio es guiado a través de los cielos por el ángel Uriel, y observa como aparecen y desaparecen las luminarias a través de sus “puertas” y aprende a apreciar la uniformidad y orden que Dios ha establecido en su creación, que permanecerá incambiable, “cada año del mundo…. hasta que sea realizada la nueva creación que durará eternamente”. También le son mostradas “las puertas” a través de las cuales soplan los vientos, y los mismos vientos: “observé los cuatro vientos que giran en el cielo y hacen que se regule el disco del sol y todas las estrellas” (1 Henoc 18:2; 34:2-36, 76:1-7).

Dentro del orden que Dios ha establecido hay un camino para cada criatura, un propósito a cumplir para cada criatura. Apartarse del camino prescrito lleva a la condenación(3). Como dice Jubileos: “en el día de la gran condenación….. El juicio se realizará sobre todos los que han corrompido su camino y sus obras ante el Señor… todos los que abandonaron el camino que debían caminar….” (Jubileos 5:10, 13). Igual que los reyes del cercano oriente, Dios afirma su autoridad desplegando tanto el esplendor de su reino como su ensañamiento con el que castiga la rebelión(4).

Aunque “la ley del Señor” aquí descrita no está en discordia con la ley descrita en la Biblia tal y como fue establecida en el Sinaí, es diferente. Supuestamente es mucho más antigua, y está dirigida no solamente a los Israelitas –que por supuesto aún no existían en tiempos de Henoc- sino a toda la humanidad. La pecaminosidad de los seres humanos es presentada como una forma de desorden, una ofensa contre el orden divino establecido en el universo.

En Jubileos la ley es revelada a Moisés aunque conlleva implicaciones desconocidas por la Ley de Moisés tal y como aparece en la Biblia. Sus mandamientos y prescripciones están escritos en las Tablas Celestiales y son promulgados por un ángel. Reflejan un orden omniabarcante, y los ángeles y los Judíos están unidos en esta común tarea. Respecto a la circuncisión, también hay referencias. Todos los ángeles eran masculinos, y Dios había creado los dos rangos más altos de ángeles ya circuncidados. Por ello, los varones Judíos debían seguir el ejemplo. Un niño Judío que no fuera circuncidado el octavo día después de su nacimiento había transgredido el orden que Dios había establecido y era apto para ser “erradicado de la tierra” (Jubileos 15:26-7).

Había otra manera mediante la cual los Judíos debían colaborar con los ángeles: ambos habían de observar el Sabbath y las varias fiestas anuales. Y bien entendido se suponía habían de celebrarlas el mismo día. A caso no estaban las regulaciones del calendario establecidas en el Cielo e inscritas en las Tablas Celestiales? Desafortunadamente, no todos los Judíos aceptaban el mismo calendario: el Calendario oficial Judío de ese tiempo era bastante diferente del calendario en 1 Henoc y Jubileos(5). Pero los apocalípticos no eran los únicos que sabían que esto había sido ordenad y revelado por Dios: La comunidad de Qumran también lo observaba.

El calendario oficial Judío, aprobado por los sacerdotes del Templo y observado por la gran mayoría de Judíos, era un calendario lunar; con 354 días al año, más un mes intercalado cada tres años. El tratado astronómico cósmico de 1 Henoc, por otro lado, despliega un calendario solar. Al contrario del calendario lunar este se caracterizaba por su regularidad. Consistía de 364 días o 52 semanas; o doce meses de treinta días cada uno, más cuatro días intercalados. Gracias a esta regularidad, el primer día del año y de cada mes de las cuatro estaciones caía siempre en el mismo día de la semana, que era Miércoles; y todas las fiestas anuales, como la Pascua y el día del Perdón, también caían el mismo día de la semana . aquellos que defendían este calendario atribuían su descubrimiento al Patriarca Henoc. De ahí que la edad de 365 a él atribuida en Génesis tenga un valor simbólico y refleje la misma tradición.

Tanto Jubileos como 1 Henoc afirmaban que el calendario de 364 días era observado originalmente por todo Israel pero fue abandonado durante el exilio en Babilonia, de ahí que desde entonces los Judíos anden extraviados. En realidad el calendario solar parece haber sido diseñado durante mediados del siglo IV a.C. Sin duda atrajo a los precursores de la comunidad de Qumran, y posteriormente a la comunidad misma, como medio para afirmar su separada –o separatista- identidad, afirmando así ser el verdadero Israel, los únicos que habían conservado la pristina verdad de las cosas.

Para 1 Henoc es “la gran luz eterna que siempre ha sido llamad Sol; viajando sin falta a lo largo de los días y noches en su carro, como Dios le había ordenado, -es solo el sol el que dicta los días adecuados para el Sabbath y las fiestas (1 Henoc 72:35-7). Los justos saben esto muy bien –pero los pecadores numeran los días de manera incorrecta. Jubileos en más explícito. Cuando tuvo lugar la creación, se nos dice, “Dios puso al sol como gran signo sobre la tierra para los Sabbaths y meses y para las fiestas y años…… (Jubileos 2:9)…. Cuando el ángel Uriel transmitió las instrucciones de Dios a Moisés enfatizó lo importante que era para los Judíos adherirse al calendario solar. Si fallaban en obedecer este mandamiento, “dislocarían las estaciones, y los años……” (Jubileos 6:33). Los que seguían el calendario lunar estaban perturbando el orden divino del Cosmos.

Si el mundo es imperfecto, si el cosmos está en cierta manera fuera de su sitio, no es culpa de los humanos solamente: un poder malo trabaja para destruir el orden divino.

Semejante noción no tiene lugar en la visión del mundo que tienen los Israelitas. El “Satán” que aparece de tiempo en tiempo en la Biblia Hebrea –sobre todo en el prólogo del libro de Job- es claramente un ángel en buena relación con la corte celestial. Consejero y emisario de Yahvé, debe su nombre “Satán” –que significa adversario, acusador- únicamente al hecho de que algunas veces adopta el papel de acusador contra algunos humanos. Aunque se han realizado varios intentos de relacionarlo con el Satán de tiempos posteriores, estos han resultado equivocados(6).

Del Éxodo aprendemos que cuando Moisés, siguiendo las órdenes de Yahvé, se dirigía a Egipto para rescatar a los esclavizados Israelitas, Yahvé intentó matarle –y lo habría logrado de no haber sido por la intervención de una mujer que dijo ser su esposa (Ex. 4:24-25). En Jubileos la narrativa en la que los ángeles le dictan a Moisés en el Monte Sinaí está basada en Génesis y Éxodo –y cuando narra el intento de Yahvé para asesinar a Moisés re-escribe completamente el relato (Jub. 48:3). La noción que Yahvé podía actuar caprichosa y maliciosamente –que podía incluso actuar contra los intereses de su pueblo- vino a ser inaceptable: Así, el intento de asesinato de Moisés no es atribuido a Dios sino a un espíritu llamado “Mastema” (el nombre significa “hostilidad” o “enemistad”). Mastema intenta matar a Moisés porque es enemigo de los Israelitas y aliado de los Egipcios. Afortunadamente Dios puede evadirlo cada vez y salvar a Moisés y los Israelitas.

En este Mastema encontramos por vez primera en un contexto Judío, un ser sobrenatural que es una personificación de la enemistad hacia Dios con una oposición activa contra el plan de Dios para el mundo –de hecho con ese terrible poder que, como Diablo, manifestará en la experiencia Cristiana(7). Las pocas dispersas frases en Jubileos pertenecen al comienzo de una poderosa tradición que subsistirá unos dos mil años hasta nuestros días.

En Jubileos el Príncipe Mastema no opera solo: Tiene con él un ejército de demonios que le ayudan. Para saber quienes eran esos demonios y cómo vinieron a la existencia, hay que remitirse a la primera parte de 1 Henoc, conocida como el “Libro de los Vigilantes”(8), el cual es presupuesto por Jubileos. Capítulos 6-16, más 19, relatan como, a medida que se multiplicaba la humanidad, algunos ángeles fueron tan superados por la belleza de las hijas de los hombres que descendieron a la tierra, tomaron forma humana, y adquirieron esposas cada uno. Al hacer esto se contaminaron y perdieron la cualidad espiritual con la que Dios los había dotado. También enseñaron a los humanos muchas cosas que nunca tendrían que haber sabido: como fabricar armas, como vestirse seductoramente, como practicar la magia- lo que a su vez involucraba sacrificios a dioses falsos. Como resultado hubo gran impiedad y mucha fornicación, se extraviaron y sus caminos se corrompieron (1 Henoc 8:2). Peor aún: las relaciones ilícitas entre ángeles y mujeres produjo una raza de gigantes –una procreación destructiva, que comenzó a devorar todo lo que hay sobre la tierra, incluyendo los seres humanos quienes también se devoraron mutuamente.

Desde la tierra devastad el clamor de los asesinados llegó hasta el cielo, donde fue oído por los arcángeles. A la petición de éstos Dios intervino. Envió el Diluvio, del que solo Noe y su familia fueron salvos. Hizo que los Gigantes lucharan entre ellos hasta que se autodestruyeron. En cuanto a los ángeles caídos –testigos de la destrucción de su progenie, fueron puestos en prisión bajo las montañas; el ángel Azazel, que fue quien enseñó la fabricación de armas, fue encerrado en las profundidades de la tierra, atado de pies y manos.

La mayor parte de esto es una recapitulación de un mito bien conocido –que aparece en los primeros versículos del Génesis 6. En su forma original la historia no tendría relación con el presente estado del mundo –si los ángeles caídos están todos prisioneros y los gigantes muertos, que relación tendría? Sin embargo, en algún momento durante el dominio Griego la historia fue adaptada para explicar la difícil situación en la que en esos momentos se encontraban los Judíos. El Libro de los Vigilantes explica que aunque los ángeles caídos están cautivos dentro de la tierra, sus espíritus permanecen activos en su superficie, llevando a los Judíos a trasgredir las leyes de pureza, y seduciéndolos para que sacrificaran a los dioses paganos (ver 1 Henoc 15:10-12).

Los Jubileos ofrece una explicación más detallada. Poco después del Diluvio Noé supo que los malos espíritus, nacidos de los ángeles caídos, estaban corrompiendo a sus nietos e incluso matando a algunos de ellos. En respuesta a su oración, Dios ordenó a los arcángeles hicieran prisioneros a todos esos espíritus, o demonios, dentro de la tierra, en “el lugar de condena” donde sus padres ya estaban. Pero los demonios tenían un jefe, Mastema –y éste pidió un favor a Dios: que algunos de los demonios permanecieran en la tierra, bajo su mandato, con el propósito de corromper a los seres humanos y apartarlos del camino del bien. Impresionado por el argumento de Mastema de que “grande es la maldad de los hijos de los hombres”, Dios aceptó dejarlos para que los tentaran. Una décima parte de los demonios fue salvada, para que realizaran esta labor hasta el día del juicio (Jubileos 10:1-9). Y desde entonces Mastema, o Satán, o Belial (en Jubileos es llamado por estos tres nombres) ha estado desplegando su ejército de demonios para realizar “todo tipo de mal y pecado, y todo tipo de trasgresiones, para corromper y destruir, y para derramar sangre sobre la tierra (Jubileos 11:2, 3 y 5; cf. 10:8-12).

Este estado de cosas no continuará para siempre. Para el autor de Jubileos el “gran juicio” está cerca. Después de narrar, en forma de profecía, los males que habían tenido lugar en Palestina en el pasado reciente –opresión y persecución de Judíos piadosos a manos de los Selucidas, conflictos entre los mismos Judíos, con una miseria tal en el país que los niños tenía el pelo canoso y apariencia de pequeños ancianos (Jubileos 23:35)- predice un gran cambio. Primero una gran restauración religiosa: “Y en esos días los niños comenzarán a estudiar las leyes, Y buscar los mandamientos, y volver a los caminos de justicia”(Jubileos 23:23). Entonces los opresores serán expulsados. El autor debe haber estado esperando un juicio como el descrito en 1 Henoc –que dice que Dios descenderá del cielo con las huestes angélicas y la tierra será convulsionada, mientras que los elegidos serán salvos. Los malos serán juzgados y castigados.

Respecto a los ángeles caídos, estos encontrarán su condena final. Según Henoc, el día del juicio los ángeles caídos serán sacados de su prisión bajo tierra a la superficie para ser echados en el abismo donde permanecerán en perpetuo tormento por toda la eternidad (1 Henoc 11). El mundo será limpiado de todo poder destructivo, humano y demoniaco, será curado para siempre y estará en paz eterna: “no habrá más Satán ni mal alguno, y la tierra será purificada para siempre (Jubileos 50:5).

Los autores del Libro de Daniel y de los escritos de Henoc seguramente pensaron de ellos mismos que en tanto que hombres elegidos por Dios, dotados con una sabiduría que no tiene la gente ordinaria, eran los únicos que podían comprender el pasado y predecir el futuro. También estaban convencidos que estaban destinados a un lugar único y glorioso en un futuro. Pero no hay evidencia convincente de que fueran sectarios en el sentido de pertenecer a un grupo determinado. De hecho solamente dos sectas apocalípticas se sabe existieron entre el 200 a.C. y el 100 d.C.: la de Qumran y la de los primeros Cristianos.

Se sabe bastante acerca de la secta que produjo los “Rollos del Mar Muerto” encontrados en Qumran, en el desierto de Judá, entre el 1947 y el 1956(9). En la opinión de la mayoría de los estudiosos era idéntica a la secta Esenia descrita por Josefo y Filón de Alejandría y más brevemente mencionada por el Romano Plinio el Viejo. Probablemente vino a la existencia a comienzos del siglo II a.C., durante la crisis de Antíoco; su final tuvo lugar en el 68 d.C., durante la primera guerra Judía contra Roma. Algunos de sus miembros, masculinos y femeninos, vivieron una existencia laica ordinaria dentro de la sociedad Palestina. Otros, observadores más estrictos- probablemente todos varones- se unieron a la comunidad de Qumran; esto tuvo lugar entre el 150 y 140 a.C. Numéricamente la secta era insignificante: se ha estimado de acuerdo con la evidencia arqueológica, que la población de Qumran nunca pasó de 200 miembros; mientras que el número total de Esenios se cree fue de 4000. Por otro lado todos eran miembros voluntarios y dedicados a la secta: uno se convertía en Esenio no en virtud de su nacimiento (como en el caso de los Judíos) sino en virtud de una elección adulta y personal.

La secta era rígidamente exclusivista y muy segura de sí misma. Pequeña como era, se veía a sí misma como el verdadero Israel, el único custodio de la tradición religiosa auténtica. Su fundador –un sacerdote llamado el “El Maestro de Justicia”- había sido enviado a establecer una “nueva alianza”, una nueva forma final de la alianza eterna entre Dios y el pueblo de Israel. Y esta alianza era en beneficio de los miembros de la secta, solo para ellos. Aunque a los miembros de la secta sus líderes les recordaban a menudo tener en mente cuan frágiles e indignos eran, lo mucho que necesitaban la ayuda de Dios, también se les aseguraba que su fe en la nueva alianza sería ampliamente premiada. Ya en esta vida presente estaban elevados “a la máxima altura”, y unidos con los ángeles en el cielo: Dios había “unido su asamblea con los Hijos del Cielo” (1 QS 11:7-9).

La hermandad de Qumran seguía una manera de vida peculiar. El propósito de estos “hombres de perfecta santidad”, como se llamaba ellos mismos, era “buscar a Dios con todo el corazón y alma”. Esto suponía que debían observar cada uno de los 613 mandamientos de la Ley, pero esto no era todo. Como a los miembros Cristianos de tiempos posteriores, se les requería sumergirse en la comunidad –comiendo en común, orando en común, compartiendo sus posesiones en común. Y la estructura de la comunidad era jerárquica. Los sacerdotes eran primero, y el jefe de los sacerdotes era el Guardián o Maestro: era su responsabilidad enseñar a la comunidad no solo como debía vivir sino que debía creer.

La instrucción doctrinal era muy necesaria, pues Dios había revelado al Maestro de Justicia una sabiduría tan esotérica que solo conocían los ángeles. En el centro de la “sabiduría oculta a los hombres” estaba la convicción de que todas las cosas en el cielo y la tierra estaban ordenadas de acuerdo con “los misterios de Dios”. Implícitamente el término “raz”, misterio –que también se encuentra en Daniel- es la noción que todo lo que existe o ha existido o existirá ha tenido lugar porque en el comienzo el Dios del conocimiento estableció sus designios y destino. Los seres humanos y los ángeles están en esto involucrados, el curso de la historia y las vicisitudes de las huestes celestiales están todas grabadas ante Dios; todas las cosas han de seguir su curso y cumplir con su tarea predeterminada. El sufrimiento y el pecado también están de acuerdo con los misterios de Dios, y han de continuar hasta el fin que Dios ha decretado. El funcionamiento del universo también está predeterminado: las estrellas han de seguir su propio camino, la nieve y el granizo han de cumplir con sus propósitos prescritos. Esta es, esencialmente, la visión del mundo de 1 Henoc y Jubileos.

La sabiduría escondida a los hombres incluía el calendario. Cada acto ritual había de ser realizado no solo de la manera correcta sino también en el momento correcto. Como bien dice la Regla de la Comunidad, los miembros de la secta no debían “desviarse de ningún mandamiento de Dios en lo que se refiere a su tiempo señalado”; “ni antes ni después del tiempo señalado”(1 Qs 1:13-15). Se exigía una puntualidad exacta para cada ritual. Muchas referencias en los Rollos están basadas en el mismo calendario solar descrito en 1 Henoc y Jubileos. Solo manteniendo la armonía con “las leyes de la Gran Luz del cielo” (1QH 12:5) –que eran también las leyes de Dios- y no con las “fiestas de las naciones”, se podía realizar la liturgia de manera que correspondiera con la liturgia cantada por los coros de ángeles en el templo celestial.

No menos importante era la doctrina de los “dos espíritus”. El relato más claro de esto se encuentra en la Regla de la Comunidad (1QS 3:13–4:1). “Los hijos de la luz”, “los nacidos de la verdad”, eran los miembros de la secta. Eran aquellos en cuyos corazones había triunfado el Príncipe de la Luz sobre el Ángel de Oscuridad, y los frutos de esta victoria eran las cualidades de humildad, paciencia, bondad. Aquellos en cuyos corazones reinaba el Ángel de Oscuridad se caracterizaban por su orgullo, impiedad, arrogancia –cualidades fáciles de percibir en este mundo.

Al comienzo “los hijos de la oscuridad”, “aquellos nacidos de la falsedad”, eran identificados con el sacerdocio de Jerusalem, con el sumo sacerdote en tanto que suprema encarnación del mal. Durante muchos siglos, de hecho desde los tiempos de Salomón y su sumo sacerdote Zadok, la familia Zadoquita había monopolizado el oficio de sumo sacerdote –pero durante la crisis Helena de comienzos del siglo II a.C., perdió este monopolio, a los ojos de los Judíos tradicionalistas, los Asmoneos, quienes les sucedieron en este oficio eran unos usurpadores. El individuo que la “Regla de Damasco” identifica como “sacerdote malvado”, “el mentiroso”, era, sin duda, uno de los sumos sacerdotes Asmoneos –probablemente el primero de ellos, Jonatán. Fue en protesta contra esta usurpación que la secta se refugió en un “lugar de exilio”, en el asentamiento en el Mar Muerto. Y algunos Esenios siempre insistieron que mientras el Templo permaneciese en manos de los Asmoneos no participarían en sus ritos: Dios solamente podía ser adorado por y en la secta misma.

Lo que le daba a estos hombres esta fuerza extraordinaria era la interpretación que hacía de la profecía bíblica. Como los apocalípticos, estaban convencidos que solo ellos comprendían lo que los profetas habían proclamado; incluso los profetas no apreciaron su significado completo. Gracias a la inspiración divina, el Maestro de Justicia había captado y explicado la importancia real de la enseñanza de Isaías, Oseas y los demás. A él Dios le había comunicado “cuando llegaría el fin de los tiempos”, y que sería de los justos y de los malos. Como es normal en estos grupos, el valor que la comunidad de Qumran atribuía a la humildad y paciencia no les impedía tener fantasías de diferentes naturalezas. Que todos los que se habían rebelado contra Dios serían aniquilados, que la “Casa de Judá”, i.e. la secta, triunfaría sobre todos y que los justos serían resucitados para compartir su gloria –todo esto pertenecía al conocimiento secreto que el Maestro había descodificado de las profecías bíblicas y comunicado a sus discípulos, los sabios de la comunidad. Y este era el conocimiento que, a la hora de la prueba, capacitaba a los miembros de la secta no solo a aceptar sino también a disfrutar del martirio.

El Maestro de Justicia y los sabios que le seguían esperaban una batalla en el futuro, en la cual un papel central sería reservado para la secta. Bajo la dirección del “Príncipe de la Congregación” los “hijos de la luz” atacarían al “ejército de Satán” –primero a los Judíos impíos y sus aliados, después a los Romanos que ocupaban el país. A continuación se desplazarían a Jerusalem y restaurarían el culto correcto en el Templo. Desde esta base atacarían a varios pueblos del Cercano Oriente. Una vez obtenida la victoria sobre todos estos pueblos también se obtendría la victoria sobre los Romanos. Con la totalidad de las huestes de Belial derrotadas, los hijos de la luz celebrarían a su “héroe”, Dios mismo. El himno en el que expresan todo esto recuerda la profecía post-exílica (1QM 19:2-8).

La guerra terrenal duraría no menos de cuarenta años, con un interludio sabático cada siete años –y, como en Daniel, tendría una dimensión cósmica, o contraparte celestial. Los ejércitos de Ángeles bajo la dirección del patrón de Israel, el ángel Miguel –aquí llamado también Príncipe de Luz y Melquisedec (mi rey es rectitud) –luchará contra las fuerzas demoníacas dirigidas por Belial, también llamado Melkiresha (mi rey es injusticia). Las dos huestes estarán tan igualadas que vencerá cada una tres veces –tres las huestes angélicas, tres las demoníacas-. Al final Dios mismo intervendrá para aniquilar el mal (1QM 18:1-3).

La secta esperaba que tras su victoria final siguiera inmediatamente la era mesiánica. En algunos rollos, el “Príncipe de la congregación” es identificado como el Mesías Davídico: gobernará Israel como rey, bajo la guía de un Mesías-sacerdote, “intérprete de la Ley”, “quien enseñará la justicia durante el fin de los días” (CD 6:11). De cualquier manera, la era mesiánica no es la era final: hay indicios de una transformación más fundamental, algunas veces llamada “Renovación” (1QS 4:25). Cuando esta llegue los pecadores serán sometidos al “tormento y desgracia eternas….. en el fuego de las regiones oscuras” (1QS 4:12-13). Los justos, por otro lado, serán premiados con “sanación, gran paz en una larga vida, fructífera, junto con todas las bendiciones y alegrías eternas sin fin, una corona de gloria y una túnica de majestad, una luz sin fin” (1QS 4:7-8).

No se sugiere aquí que –como tampoco en Daniel- los justos existirán como almas inmateriales en un ámbito inmaterial: esas coronas de gloria y túnicas de majestad serán otorgados a cuerpos, que serán –como en Daniel- radiantes, como ángeles. Y hay pasajes que confirman que los justos difuntos serán resucitados para compartir este mismo estado de gloria final para siempre (1QH 6:34-35) (10). La vida en compañía de los ángeles, que ya disfrutaron en la vida presente(11), será el destino de todos los justos para siempre.



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1. Actualmente hay dos traducciones confiables: M.A. Knibb, “The Ethiopic Book of Enoch: nueva edición a la luz de los fragmentos Arameos del Mar Muerto”, vol. 2, Oxford, 1978; y M. Block, (con J. VanderKam y O. Neugebauer), “The Book of Enoch o 1 Enoch, Leiden 1985. Estos han reemplazado a los que fueron durante más de medio siglo las traducciones estándar. Estudios recientes de 1 Enoc o de aspectos o partes de este (con excepción de las “Similitudes”): P. Grelot, “La Légende d´Hénoch dans les apocryphes et dans la Bible: “Origine et signification”, en Recherches de Science religieuse”, Paris, 46, 1958.
2. Documento de Damasco 16:3-4.
3. Münchow, “Ethik und Eschatologie, Ein Beitrag Zum Verständnis der frühjudischen Apokalyptik mite einem Ausblick auf das Neue Testamente”, Göttingen, 1981, pp. 16-64; Th. Wacker, Weltordnung und Gericht: Studien zu 1 Henoch 22, Würzburg, 1982, esp. Pp. 257, 298-305, 314-15.
4. C.A. Newson, “The Development of 1 Enoch 6-19: Cosmology and Judgment”, en CBQ 42 (1980), pp. 310-29, esp. Pp. 322.
5. Sobre el calendario Solar: A. Jaubert, “Le Calendrier des Jubilées et la secte de Qumran: Les Origines Bibliques”, en VT 3 (1953), pp. 250-64; ibid. “Le Calendrier des Jubilées et les Jours Liturgiques de la semaine”, ibid, 7 (1957), pp. 35-61; J. Morgenstern, “The Calendar of th eBook of Jubilees”, ibid., 5 (1955), pp. 34-76; J.C. VanderKam, “The Origin, Character, and Early History of the 364-day Calendar: a Reassessment of Jaubert´s Hypotheses”, en CBQ 41 (1979), pp. 390-441; P.R. Davies, “Calendrical Change and Qumran Origins. An assessment of VanderKam´s Theory” en CBQ 45 (1983), pp. 80-9; R.T. Beckwith, “The Earliest Enochic Literature and its Calendar” en RQ 10 (1981), pp. 365-403).
6. P.L. Day, “An Adversary in Heaven: Satan in the Hebrew Bible”, Atlanta, 1988.
7. Trabajos que tratan con el Diablo temprano, y su relación con el monstruo del caos de los tiempos primordiales: J.B. Russel, “The Devil: Perceptions of Evil from Antiquity to Primitive Christianity”, Ithaca, N.Y. and London, 1977; B. Teyssèdre, “Naissance deu Diable. De Babylone aux Grottes de la Mer Morte”, Paris, 1985; N. Forsyth, “The Old Enemy: Satan and the Combat Myth”, Princeton, 1987.
8. Sobre la historia temprana del mito de los Vigilantes, y mitos relacionados: B.J. Bamberger, “Fallen Angels”, Philadelphia, 1952, pp. 15-59; A. Lods, “La Chute des Anges”, en RHPR 7 (1927), pp. 295-315. Para una variedad de interpretaciones: P.D. Hanson, “Rebellion in Heaven, Azazel, and the euhemeristic Heroes in 1 Enoch 6-11”, en JBL 96 (1977), pp. 195-233; G.W.E. Nickelsburg, “Apocaliptic and Myth in 1 Enoch 6-11, pp. 383-405; D. Suter, “Fallen Angel, Fallen Priest: The Problem of Family Purity in 1 Enoch 6-16”, en HUCA 50 (1979), pp. 115-35; Barker, “The Older TEstament”, p. 21, Sq., 94; Forsyth, op. Cit., pp. 160 sq.
9. G. Vermes, “The Dead Sea Scrolls: Qumran in Perspective”, Cleveland and London, 1978, que incluye una bibliografía comprensiva. Sobre la visión del mundo de la Comunidad ver: H. Ringgren, “The Faith of Qumran: Theology of the Dead Sea Scrolls”, Philadelphia, 1963; P. Von der Osten-Sacken, “Gott und Belial: “Traditionsgeschichtliche Untersuchungen zum Dualismus in den Texten aus qumran”, Göttingen, 1969; E. H. Merrill, “Qumran and Predestination”, Leiden, 1975.
10. Geza Vermes, “The Dead Sea Scrolls: Qumran in Perspective”, p. 187.
11. G. Vermes, “The Dead Sea Scrolls in English” p. 158 (1QH 3:20-22).